Opinión

La policía del pensamiento

Por: En el Tintero 17 de Febrero 2018

No lo pensó Ray Bradbury en Farenheit 451. Tampoco George Orwell en 1984. Y mucho menos Aldous Huxley en Un Mundo Feliz. En el caso de las geniales novelas de estos tres emblemáticos autores del siglo XX, de una forma un otra siempre fue el Estado el ente supremo que se las arreglaba para coaccionar las estructuras del pensamiento de sus ciudadanos, a través del miedo, de la repetición mediática y, finalmente, de un “autoconvencimiento” inducido por el “Gran Hermano”.

Sin embargo, en los tiempos que corren, no es el Estado ni un poder en el sentido convencional, el que está modificando (o pretendiendo modificar) estructuras mentales en la sociedad. Son más bien fuerzas que comenzaron de manera aislada, que convergieron con interpretaciones -bien o mal logradas- de corriente filosóficas, y que en un punto consiguieron instalarse como lo “políticamente correcto”.

Muchas veces estos movimientos socioculturales, han recibido un apoyo decisivo de los órganos del Estado, que se han transformado en avances importantes para causas valiosas.

Sin embargo, como en todo fenómeno humano, a veces en esta lucha por lograr cambios, “el tejo queda pasado”, y se originan verdaderas cazas de brujas. Es allí donde se deja caer con todo su peso la policía del pensamiento, utópica en los tiempos de Orwell, real hoy en virtud de las redes sociales.

Allí se da una verdadera paradoja en tiempos progresistas: un puritanismo posmoderno en que todo y todos están bajo sospecha, en que el revisionismo está a la orden del día, en que todo se mira desde el prisma de lo conquistado, y en que todo se vuelve sucio, sospechoso, ofensivo. Como planteaba recientemente un bloggero, de manera brillante: “la inteligencia acorralada, la creatividad amordazada y las opiniones ligeramente divergentes condenadas”.

Mientras nos defendíamos de los malvados, los pelmazos han tomado la batuta.

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