De clientes y cuarteles

31 de Enero 2018 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Por: Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Según Colin Crouch, los síntomas de una posdemocracia se ven en la actitud del ciudadano, quien aparece hoy como aburrido, desilusionado y receloso de lo que se le dice. “Los poderosos intereses de una minoría cuentan más que los del conjunto de las personas corrientes a la hora de hacer que el sistema político las tenga en cuenta”.

Las instituciones políticas, al igual que las empresariales, reaccionan sobre la base de lo que desea “el cliente”, por eso resulta esencial generar lo que “debe desear”. Esta dinámica hace que la calidad sea suplantada por la cantidad, aplicando al servicio público criterios industriales en los que importa más el ser humano considerado como número, como un caso, y no atender a su problema para solucionarlo.

No faltan los que se felicitan por adoptar cadenas de producción que no satisfacen a la mujer o el hombre y su conflicto, sino que la necesidad de demostrar resultados para que les paguen un bono a fin de año o le permitan a quien aparece, aunque de manera ficticia, como gestor de este éxito aparente, acceder a otro cargo y hacer “carrera”. Al “cliente”, quien deja de ser visto como ciudadano, se le engaña.

Se transforman en ocasionales partícipes pasivos manipulados con una opinión en base a los pocos datos a los que tienen acceso, muchas veces distorsionados y dirigidos, que son dados a conocer por algún medio  a cambio de alguna exclusiva para “golpear”, como una devuelta de mano o para cumplir con la instrucción de algún interés superior a quien le importa que quede asentado en la masa una lectura conforme a sus pretensiones más convenientes.

De ahí son esenciales los cada vez más poderosos “lobbys”, que se ejercen de manera profesional o esporádica, el adelantarse y plantar en estos medios una “verdad”, que luego puede aparecer cuestionada, pero generando un daño enorme a la credibilidad de toda la institucionalidad.

Al punto de provocar tal irritación, que una actitud aletargada, confusa y poco clara de la autoridad pone en riesgo la convivencia social, más aún cuando entre estas autoridades se enfrentan, hasta el extremo, como en los momentos más duros de la transición, que uniformados se acuartelen, independientemente de si tienen o no la razón, cuando su rol debe ser subordinado y no deliberante y nos quedamos mirando, pasmados.

Como si de un mero espectáculo se tratara, esperando desesperadamente que otro titular de prensa haga que el “cliente” se olvide y comience a distraerse, ojalá con el Festival de Viña, que es menos peligroso.