Así como hay gente que no cree que el sol exista cuando está lloviendo, por no poder imaginar que más allá del techo de nubes, responsable de los periódicos estropicios húmedos, esté el astro rey, lejano e indiferente, pero allí mismo, enviando energía a cuanto objeto planetario se le ponga por delante, hay otros que no creen en los incendios forestales, hasta no ver que el fuego empieza a lengüetear golosamente su cerco medianero.
Es que es fácil perderle el respeto a un enemigo que ha guardado silencio. Ocupados en los aconteceres de todos los días prestamos atención a lo más cercano y urgente, y en la temporada estival, por lo general, lo más cercano es bajar las revoluciones y dejar de preocuparse, en modo vacaciones, así como lo están los jóvenes de la casa.
Sin embargo, el enemigo está allí, listo para aprovechar la menor coyuntura, tenemos el calor, el pasto seco, el viento, falta el descuidado o el mal intencionado de siempre, ya que las otras causas de combustión están un poco más controladas. Hace un par de días, cuatro turistas suecos fueron expulsados del Parque Nacional Torres del Paine por encender una cocinilla en el sector y deberán comparecer ante el Juzgado de Garantía de Puerto Natales para ser formalizados por la infracción a la Ley de Bosques.
Sería estupendo sacarlos de Chile, para que quede debida constancia, no fue suficiente, tal parece, la simple, pero severa prohibición, de encender fuego en el parque, medida que rige desde 2012, luego que el israelí Rotem Singer, de infausta memoria, provocara un incendio forestal que consumió 17 mil hectáreas.
Hay gente que no entiende a la buena, turistas suecos o no, habrá que hacerlos entender, aunque castigar a alguien por algún delito no parece ser la moda imperante.
PROCOPIO