Opinión

La violencia vertida en palabras

Por: Diario Concepción 17 de Enero 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Por: Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Magíster Filosofía Moral

Es fácil calificar a otro país como una “mierda”, cuando ha sido invadido, cuando ha sido chantajeado y acosado económicamente por parte del que lo dice. Al presidente de los Estados Unidos se le salió algo que piensan muchos norteamericanos y europeos en relación a los países americanos y africanos, a quienes le deben, luego de expoliarlos e imponerles a la fuerza una cultura, una religión y una delimitación geográfica que no era la suya, ser las potencias que son hoy en día.

Un verdadero “país de mierda”, es aquel en el que se vanagloria al “pillo” en lugar de reconocerlo como lo que es: un tramposo o un delincuente. Se aspira a ser como él y se le alza como referente, ya que importa lo que se muestra y no lo que se es. Un país en el que más vale el apellido, el origen y el lugar en el que se vivió y estudió. Importa no quien eres sino que de dónde vienes. En el que el “éxito” se mide por las cosas que se tiene y no por lo que se hace o como se convive. Un “país de mierda” es aquel en el que se naturaliza la violencia hacia el otro. En el que se pretende la igualdad de género, pero se castiga a la mujer por el solo hecho de ser posible su embarazo, en el que se normaliza el uso de argumentos, incluso por parte de la institucionalidad, para justificar su acoso y maltrato, como el empleo de una vestimenta que se dice provocativa, calificarla de “borracha”, de “drogadicta” o de “loca”. Usando estereotipos para amparar a los agresores, pasando por el lado del que sufre, del que es segregado y atacado y sin decir nada respecto de quien provoca este sufrimiento. Un país en el que basta un buen contacto para manipular los resultados de una entidad como el Banco Mundial para conspirar en contra de un gobierno que intentó reformas dirigidas a que todos accedan a las mismas oportunidades, porque se ponen en riesgo los privilegios de los que están, han estado y seguirán estando instalados cómodamente en su condición de elite.

El escritor Viet Thanh Nguyen dice: “Ellos estaban a punto de repetir una escena ensayada por el hombre desde el inicio de los tiempos: el momento en que los fuertes se ensañan con los débiles o con los raros por pura diversión.” Lo que se torna más feroz cuando hay privilegios comprometidos y un sistema instalado para anquilosar esta condición. Pero los débiles y los raros pueden batallar. Se les podrán propinar patadas y puñetazos, y esta resistencia, que puede dejarlos doloridos y ensangrentados, los dejará exultantes, ya que les permitirá pasar la prueba que los separa tanto de los matones como de los cobardes, por cuanto al dar la pelea, no importando si se va a ganar, nos permitirá decir que no somos un “país de mierda”.

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