Desde que se puso de pie, el hombre ha creado herramientas que hacen más fácil la vida;desde puntas de flecha de piedra hasta ropajes de cuero de animal.
Este instinto creativo ha sido transversal al desarrollo de la sociedad misma y ha sido el móvil de la evolución del hombre moderno, que ha encontrado en la tecnología la respuesta a muchas de sus inquietudes, partiendo por la medicina y terminando en cualquier artilugio totalmente innecesario para la supervivencia, pero brillantemente útil cuando el propósito es simplemente causar gracia o entretener, ya sea un teléfono inteligente o un fidget spinner.
No obstante, la tecnología avanza más rápido de lo que podemos asimilarla. Es decir, aún no acabamos de sorprendernos con un nuevo objeto, cuando ya ha sido reemplazado por otro, de mejor manufactura o nuevos componentes.
La llamada “ley de Moore”, originalmente formulada por Gordon E. Moore, cofundador de Intel, dicta que cada dos años se duplica el número de transistores en un microprocesador, lo cual ha sido empíricamente corroborado desde su planteamiento, en 1965. En otras palabras, la tecnología literalmente se duplica cada dos años.
Esta desenfrenada búsqueda por el non plus ultra tecnológico se contrapone con una sociedad demográficamente envejecida que aún no termina de adaptarse a un sistema, cuando ya se ha integrado uno nuevo.
Esto dificulta el uso masivo de Apps en programas de Gobierno, pues cada proyecto debe integrar un plan de inserción donde se eduque a la población antes de imponer un cambio radical desde lo análogo a lo digital.
Si las cosas se hacen bien y gradualmente, no debería haber problemas.
RAIN