Opinión

Palabras aptas para disfrazarse

Por: Procopio 05 de Noviembre 2017

Antes bastaba con definir lo que se buscaba: un joven trabajador y honesto, requisitos que podían servir tanto para encontrar trabajo, como pareja. Sine qua non, la ausencia de cualquiera de esas características básicas era causal de rechazo, por el eventual empleador o por la familia en pleno de la pretendida.

No pasa el tiempo en vano, hemos aprendido a decir lo mismo, pero de modo más sutil, más elegante y eufónico, trabajador y probo, a título de ejemplo. Por lo de trabajador no hay problemas de diagnóstico, ese atributo es fácil de detectar, el otro, no tanto, a grado tal que hay que estar permanentemente alerta para no confundir un probo con un artista en el arte de quedarse con lo que no le pertenece.

Probidad, linda palabra de la lengua madre, contiene los conceptos de honestidad y rectitud: una persona honrada, por lo tanto, muestra honradez e integridad en su accionar. Quien actúa con probidad no comete abusos, no miente ni incurre en un delito. Lo contrario a la probidad, es la corrupción, que implica un desvío de las normas morales y de las leyes.

Para no pocos escépticos, educados en el cinismo, la virtud de la probidad es propia de una sociedad utópica, ya que si  todas las personas serían probas no habría lugar para la corrupción, el abuso de poder, los sobornos, entre otras maniobras de difícil detalle.

En consecuencia, la probidad, como toda virtud, es materia de cultivo, para el educado en ese valor surge con entera naturalidad, para los otros hay que tener un dispositivo expedito para asegurarla, tarea difícil ya que hay demasiadas maneras de pasarla a llevar, más encima con beneficios inmediatos. Hay que tener cuidado por quien votamos y con quien nos vamos a juntar.

 

                  PROCOPIO

 

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