Opinión

Saber a qué nos vamos a dedicar

Por: Procopio 03 de Noviembre 2017

Elegir una carrera es lo más  complejo que hay. Puede que para algunos este desafío no sea nada del otro mundo, ya que siempre supieron lo que querían y la selección de opciones resultara simple y poco menos que burocrática, pero para bastantes otros, la antigua pregunta; qué es lo que quiero, dista mucho de estar resuelta.

En los tiempos que corren, con el valor del dinero, descrito  como el  principal motor del mundo y el más eficiente constructor de felicidad, lo que ganan los profesionales de determinadas carreras, la demanda de sus egresados, la rápida empleabilidad de los profesionales, son los indicadores que pretenden simplificar la duda existencial de que hará cada uno con su vida.

Teóricamente, si fuera así de fácil, un computador con un programa de mínima complejidad, matricularía a los estudiantes en estricto orden de puntaje desde las carreras materialmente más favorables, hasta las más bien ruinosas. La complejidad aparece cuando la interrogante contiene el concepto de vocación, otra palabra latina que se encuentra en una frase famosa, “multi sunt vocati pauci vero electi”, muchos son los llamados y pocos los elegidos, que ayuda a dejar las cosas claras, vocación como un llamado, relacionado con los anhelos y con aquello que resulta inspirador para cada sujeto. Se supone que la vocación concuerda con los gustos, los intereses y las aptitudes de la persona.

Trabajar en algo que armonice con el concepto de vida de cada quien, por algún tiempo la plata basta, pero faltan otras cosas, que no parecen importantes, pero que a la larga son la base de la felicidad, la conclusión puede mover a comentarios sarcásticos, pero a la larga se descubre que hay una sola vida, tiempo absolutamente no renovable.

 

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