Opinión

Los árboles de la buena sombra

Por: Procopio 27 de Octubre 2017

No se ha vuelto a oír, o no estábamos suficientemente atentos,  de la convocatoria a participar en el concurso “Un gigante en mi jardín”, auspiciado por la Facultad de Ciencias Forestales UdeC. Era una llamada con muchas lecturas, todas buenas, a darle una mirada a esos seres vivos que se dan por hechos, árboles, como la cosa más natural del mundo y que por lo tanto no hay para qué prestarles mayor atención, ya que han estado ahí desde siempre y aparentemente no hay motivo alguno para  que dejen de estar.

En esa oportunidad resultaron ganadores los propietarios de dos seres vivos respetables; un castaño  de 27,7 metros y un  roble de 16 metros de altura, con no poco orgullo recibieron un galardón y un premio que debió haberles tocado más de cerca, sendos ejemplares de alerce, especie declarada monumento nacional.

Para una zona en la cual la industria forestal es uno de los pilares de la economía, el compromiso con las especies arbóreas es absolutamente indispensable, para establecer un equilibrio entre la sustentabilidad de cultivos de especies para empleo industrial y el cuidado y preservación de especies autóctonas, con su diversidad y belleza paisajística, una parte de claro significado para las proyecciones turísticas de la región y para la calidad de vida de sus habitantes.

Encontrar ese equilibrio es complejo, las rentabilidades de la explotación maderera, hasta el momento, dependen de las velocidades de crecimiento, el lapso en que un árbol resulta maderable, pero nuestro bosque nativo tiene otros tiempos, invertir en él requiere visón de futuro y soporte de la política del Estado, para evitar que sean extinguidos y remplazados por especies más rendidoras. Cuidar los gigantes, la mayoría fuera del jardín.

 

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