Ha empezado la segunda parte de un proceso que se repite ad nauseam, el de los arrepentimientos, por un lado, y el de las contabilidades, por otro. Este último parece ser de resultados satisfactorios, para los entusiastas constructores de ramas, fondas, y boliches de difícil detalle, nunca tantos contribuyeron al mejor desarrollo de las viñas o a procesar cantidades ingentes de colesterol, en términos monetarios, resultados muy positivos para quienes se encargaron de comercializarlos.
La otra cara de esta moneda, como otras veces, contiene un cálculo estimativo de ganancia en peso, circunstancia que obra en poder de los arrepentidos, a pesar de serias y fundadas advertencias sobre la alta peligrosidad de la alimentación folclórica.
Ahora es tarde, todo propósito de redención va en camino a naufragio, porque en tiempos increíblemente breves se hará presente la Navidad, el Año Nuevo y de ahí a vacaciones veraniegas, en las cuales la alimentación vuelve a tener oportunidades de abuso, por lo tanto, como más de alguno ya intuye, los arreglos quedarían postergados para mayo, sin falta.
Solo falta esperar que no se haya tirado la casa por la ventana, que la muy proclamada incertidumbre haya llamado a la austeridad y a la cordura, que los gastos hayan sido razonables y no se haya contraído deudas hasta el Día del Juicio. Es también posible que con tanta música alusiva y tanta bandera por todos lados, se haya olvidado que los meses suelen tener cuatro semanas y todas ellas requieren financiamiento.
A título de consuelo, podría haber un grado de perdón porque nuestras festividades patrias son demasiado enfáticas y nadie quiere desmerecer, como último recurso podemos hacer el firme propósito de un mejor comportamiento el próximo dieciocho.
PROCOPIO