Aunque parezca extraño para el común de los mortales, el feísmo es una tendencia artística que valora estéticamente lo feo, para redondear más la idea, por rara que parezca, las obras feístas se distinguen porque el artista se recrea en ellas en la presentación de objetos, animales, personas, lugares o situaciones repugnantes.
Si se trata de abundar sobre este concepto, que podría llamar a asombro, ya que por lo general el arte se dedica a hacer cosas bonitas, los motivos que subyacen para dedicarse a esta este tipo de expresión son muy variados. Por ejemplo, puede tratarse de un deseo de denuncia por parte del artista, que al presentar elementos de la realidad odiosa, pretende que el público tenga conciencia de ello, para que así resulte posible cambiarla, golpear con imágenes chocantes para que la gente se conmueva, por ejemplo.
No se trata de una sociedad decadente que hastiada de tantas cosas preciosas busque la novedad en lo contrario, por feo que parezca. Lo extraordinario es darse cuenta que hay en Chile numerosos adoradores de tan expresiva forma de arte, abundantes feístas, espontáneos, con vocación irrenunciable y devota a dejar las cosas horribles, más todavía, a moverse con envidiable celeridad contra las cosas bonitas para el resto de la gente.
Basta con pintar un muro blanco, esa agresión motiva la inmediata reacción de los feístas que rayan y pintan y si es preciso ensucian hasta dejarlo como Dios manda, feo y sucio, en ese punto se restablecen los equilibrios, a partir de allí el muro puede permanecer tranquilo, no serán tocados, salvo si aparece un maestro del feísmo que, insatisfecho con las insatisfactorias tratativas de los aficionados, le dé toques de perfección.
PROCOPIO