Ser considerado apto para el consumo es ciertamente lo peor que hay, últimamente ha surgido evidencia palpable en este sentido, ante la escasez de alimentos y la crisis económica en Venezuela, a Nicolás Maduro se le ocurrió la brillante idea de crear el “Plan Conejo” el cual consiste en criar a dichos mamíferos en los hogares para “garantizar el consumo de proteína animal”.
Mediante esta medida, emblemática para el mundo occidental, se pretende reducir el desabastecimiento de alimentos. La iniciativa empezó con el reparto del primer lote de conejos en unas 15 comunidades y barriadas, el Primer Mandatario observó con amargura que hubo un fracaso inicial; las personas se habían apropiado de los conejos para tenerlos como mascotas.
Según su ministro de Agricultura, “mucha gente les puso nombres a los conejos y se los llevó a dormir a la cama”, por lo que revertir ese patrón de conducta “es parte de la batalla para ganar la guerra económica”.
Por otro lado, Australia llama a la alarma, según datos de 2016 ya tienen 45 millones de canguros, casi el doble de la población humana del país que asciende a 24,5 millones, de paso, las estadísticas del año pasado indican que 9 de cada 10 accidentes de tráfico del país involucraban a canguros. La solución sería comerse unos pocos.
La carne de marsupial no convence a nadie, a pesar de la insistencia de las autoridades, quienes hacen hinca pié en que la carne de marsupial es alta en proteínas y baja en grasas saturadas, este alimento no parece ser apetitoso para el paladar del australiano común y tampoco entusiasma a los turistas, por amigos que sean de comidas exóticas.
Hay persistentes rumores sobre un comando internacional de resistencia canguro-conejil
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