La culpa es de los griegos, con su linda palabra ephémeros, que se utilizaba para indicar la posición de los objetos astronómicos en el cielo en un momento dado. En términos contemporáneos, una efemérides planetaria moderna constituye un software que genera las posiciones de los planetas, de asteroides o cometas, más toda suerte de cachivaches lanzados al espacio con los fines más dispersos, para satisfacer la curiosidad o el legítimo interés, según sean las ganas del usuario.
A menudo hay una opción para hallar las velocidades de los cuerpos astrales observados, también, es cuestión de buscar el vínculo adecuado en el computador, para saber qué velocidad lleva Neptuno o qué superficie de la luna está iluminada a la hora de la consulta, terreno abonado para los aprendices de brujo para asombrar a los desavisados de siempre.
La palabra efímero, que significa que dura un día, tiene la misma etimología, un hecho relevante escrito para ser recordado o conmemorado en un determinado día y también una sucesión cronológica de fechas con sus respectivos acontecimientos, de todo tipo, para guerras, santos y catástrofes, sólo para dar una idea.
La inefable Real Academia Española la define también como libro o comentario en que se registran los hechos de cada día, es decir, efemérides a escala humana, para nosotros, un sitio donde registrar las cosas que nos ocurren, efímeramente, las pequeñas y grandes cosas que suelen pasar sin dejar marcas indelebles.
Si estamos atentos, todavía es tiempo de modificar la índole de nuestras íntimas efemérides, aun teniendo en claro que sirve más bien para nuestro propio uso, al final lo que predomina, es el leve trazo de nuestro paso efímero por este planeta azul.
PROCOPIO