El componente diabólico, o divino, de las enfermedades abre un amplio mundo de oportunidades para los interesados en emprendimientos en el área de la salud, terreno abonado para gente inspirada, o para los desconocidos de siempre, disfrazados de expertos en ciencias ocultas.
Por lo pronto, desde la cultura de asirio-babilónicos, como en muchas otras a lo largo y ancho de los tiempos, este espacio está reservado a los sacerdotes, magos y brujos, con diferentes apelativos, pueden ser gurús, derviches, chamanes, los cuales pueden ponerse los nombres más sonoros y sugerentes en los idiomas de lenguas vivas o muertas, pero la conexión es la misma, intermediarios entre el sufriente, o pecador y las altas esferas de los dioses o los demonios.
Hemos avanzado considerablemente en todos estos últimos milenios, los dioses y los demonios han perdido en parte su bien ganado prestigio, han bajado su perfil en cuanto a ser agentes directos de enfermedades y padecimientos, a la vista de descubrimientos de las causas verdaderas y al mismo tiempo, por la existencia de métodos eficientes para combatirlas y sacarle a la gente de las manos.
Sin embargo, aunque hay un cierto menor énfasis en dioses que castigan directamente, o aquellos que castigan mediante el retiro de la red de protección, hay un apreciable aumento de aquellos demonios que se instalan directamente en la intimidad más oculta de cada uno de nosotros, misteriosos males que actúan de modo perverso, solapado y silencioso,
La humanidad anda al borde del ataque de nervios. Hay que estar atento a los propios sentimientos y a los sutiles signos en las personas que nos interesan, no es raro que los dioses, llamados a tiempo, sean compasivos.
PROCOPIO