Para los que todavía creen que ser confiable y honesto es un mérito, a pesar que muchos proponen que ser de esa manera es en extremo peligroso, ya que deja al portador en estado de ingenua vulnerabilidad, pero en fin, para los que creen que ser decente de algún modo ayuda a tener la vida mejor, tener dos caras no es algo recomendable, se supone que uno debiera tener una sola cara, la de la sinceridad, la de ser autentico, no andar todo el día disfrazándose de algo diferente según las circunstancias del momento.
Sin embargo, los romanos, que en eso de la unidad de propósito no les ganaba nadie, tenían un dios poderoso, con dos caras; Jano, con templo y todo, erigido por Rómulo frente a una de las puertas de la muralla de Roma. Cuando los sabinos, de una ciudad vecina a Roma, molestos porque los romanos les habían escamoteado las mujeres, trataron de recuperar a sus gentiles doncellas, al intentar forzar las puertas del templo, Jano hizo salir por ellas chorros de agua hirviendo que los hicieron perecer.
Desde entonces, los romanos decidieron mantener la puerta abierta en tiempo de guerra para que el dios pudiera salir sin problemas de su templo para ayudarlos. En tiempos de paz, cerraban la puerta, cosa que ocurrió muy, pero muy, de vez en cuando.
No nos damos cuenta, de puro acostumbrados que estamos, que en este país las puertas de Jano, si tuviéramos un templo para él, están cerradas todo el tiempo, salvo las peloteras usuales en toda sociedad viva, predomina la paz, basta con mirar un parque los fines de semana.
Sobre todo en este mes, cuando las ciudades sacan las banderas a la calle, es imperioso no perder de vista el costo de la violencia y salir adelante a la buena, aunque tome más tiempo.
PROCOPIO