La iniciativa gubernamental tiene el explicativo nombre de Almacenes de Chile, en poco más de un año ha logrado interesar a los almaceneros del país, según la información oficial a la fecha hay más de 15.000 inscritos, más de 4.000 graduados y 1.200 almaceneros que accedieron al fondo concursable para hacer mejoras en sus negocios. Puede que en dinero las cifras no sean de la magnitud que recogen los medios, poquita plata en realidad, pero útil para muchos que construyen su destino paso a paso.
Para los que no se han enterado, se trata de una convocatoria del Ministerio de Economía para concursar a un fondo y a capacitación virtual, un par de millones, más asistencia técnica, equipamiento, mejoramiento de infraestructura y capital de trabajo.
El asunto es que a Chile le hace falta barrios que tengan de todo, plazas y buenas calles y veredas y árboles y gente buena, pero además, un almacén que saque de apuros y que no maltrate a los vecinos con precios abusivos. La tradición ha sido que los almacenes han cumplido esta tarea a lo largo de décadas, con trato personalizado y además constituyéndose en zonas de encuentro para rematar la copucha o enterarse de cómo marchan las familias de los alrededores.
Cumplen, con los debidos resguardos, el papel de las ágoras de la Grecia clásica, donde los ciudadanos conviven y de paso aprenden a conocerse y a confiar el uno del otro, donde se teje la red con potencial solidario frente a emergencias y problemas varios.
Robustecer la vida en comunidad en los barrios, con un elemento como el almacén, es salir al paso del anonimato y la distancia de la vida de hoy, encontrar un sitio de seguridad y confianza, justo lo que más hace falta.
PROCOPIO