Seguramente, tu polera roja hoy está tan empapada como siempre después de noventa minutos de guerra, pero hoy la culpa es de tus lágrimas. Es para meter la cabeza en un hoyo. Lloró Vidal, lloró Gary, lloramos todos, viejo. Mi polera también está un poco mojada ahí adelante. No había por dónde perder, hermano. Éramos más que Alemania. Quise leer los labios de Pizzi y soy pésimo en eso, pero me tinca que te dijo algo así como “no te preocupes, Marce. No perdiste solo. Esto es un equipo”. Pero consolarte es poco, lo justo es darte las gracias. Lo justo, aunque no baste.
Gracias, Marce, por pedir la pelota siempre. Porque para equivocarse hay que tenerla en los pies y tú la tienes siempre y por eso Chile no la presta nunca. La buscas cuando a otros les quema tocarla y repartirla, cuando entran cabros que arrancan del fuego. Tú arriesgas, te paras con perso ahí donde circula Messi y a ratos se asoma Cristiano, en la zona donde se decide quién manda y, si están Díaz y Aránguiz, todos sabemos que Chile siempre manda. Que le ganamos la posesión a España, que metemos en su arco a los alemanes.
Gracias, Marce, por ser el último en sumarte a la generación dorada donde no había espacio para otra cara. Por darle al equipo una virtud que no tenía con Carmona ni Estrada. Por ser lo más parecido a Xavi, aunque al principio el apodo se hacía más que exagerado. Por tocar para allá y para acá, ver quién sube por la banda para que tenga su premio y cubrir el espacio del que se fue arriba sin sacar nunca un aplauso. Porque si Arturo juega libre y pisa el otra área también es culpa tuya. Y eso no se ve, porque nos gusta la pura cachaña.
Gracias, Marce, porque los mejores partidos que le vi a Chile fue con este cuadrado dibujado al medio de la cancha: Díaz, Vidal, Aránguiz y Valdivia. Con ese rombo yo destapaba la cerveza y sabía que todo estaba bien en el mundo. Todos jugaban bien, todos se ayudaban. Y si había que meter un pase en profundidad, también la hacías. Qué tanto. Y ahora que te quieren botar los hinchas de cartón de siempre, duerme tranquilo. Te quisieron botar en la “U”, no te dieron bola en la Sub 20 del 2005. Lo tuyo es el trabajo, ganarle a la crítica sin soberbia.
Gracias, Marce, porque hoy todos dormiremos tristes, pero tranquilos, con el pecho inflado por cómo juega nuestro equipo y tú no podrás cerrar los ojos. Porque tu vida es la “Roja”. Porque repasarás cien veces ese giro a la derecha, el grandote que venía atrás y el pase al lado contigo corriendo tarde, sabiendo que el bus ya te dejó abajo. Gracias por sufrir, mientras todos los malagradecidos te matamos un poco. Y gracias, porque sé que en el próximo juego, cuando alguien se complique la vida, levantarás la mano para pedirla, para darle ayuda. Sin rencor. Y en tus pies otra vez será Chile el que mande. Como siempre, viejo. Todo bien.