Cuando parecía cosa de fácil despacho, el inmortalizarse de la manera más perdurable posible, dejó de estar vigente la invitación de la NASA  para, sin costo alguno para los interesados, hacer llegar  su nombre al planeta Marte, en la próxima nave con ese destino, por supuesto no todos los que se inscribieran, solo unos pocos cientos de elegidos, cuyo nombre se grabaría en un chip y ese chip iría en la nave al planeta rojo.

Como es bien conocida la curiosidad de los marcianos, o de los otros extraterrestres que suelen frecuentar esos lugares, es cuestión de poco tiempo para que ojos raros, o los órganos que los remplacen, se enteren de los nombres de terráqueos participantes, puede ser que eso los estimule a ponerse en contacto con fines pacíficos y traer recuerdos cósmicos con tecnología añadida, lo cual no estaría nada de mal.

Era una nueva oportunidad que se ha diluido, eso es lo que tiene estas invitaciones, que de pronto desaparecen, se queda la gente con los crespos hechos. Es de esperar que la nave haya llegado con toda felicidad al planeta que fue parecido al nuestro, pero que aparente por mal uso quedó convertido en lo que ahora es, un desierto de dudosa hospitalidad.

Si nos seguimos portando como hasta aquí, la tierra puede terminar de modo parecido en unos pocos millones de años más, misteriosa y árida, digna de ser visitada por audaces exploradores de algún confín de la galaxia, o por lo menos por una nave exploradora, con nombres extraños de aquellos que quieren hacerse famosos. Si tienen buenos registros podrán comparar esa tierra con aquella que estaba llena de agua y árboles y toda suerte de animalitos. Lo cual sería una excelente advertencia para sus futuras generaciones.

 

PROCOPIO