Cuesta entender el enfoque, desde hace algunos años se le viene imponiendo al Sename de priorizar a las “familias biológicas” en distinto grado de parentezco, frente a los procesos de adopción en curso, en virtud de los cuales cientos de familias buscan al que será su hijo.
Los requisitos para estos últimos son fuertes: se incluyen exámenes con psicólogos y asistentes sociales, y recién si logran calificar, entran a la lista de espera. Obviamente, en el caso de buscarles un familiar que se haga cargo, los requisitos no son los mismos, y el compromiso para asumir la responsabilidad de criar a los niños, generalmente tampoco. Es cosa de revisar las cifras de cuántos de esos niños, criados por parientes, terminan volviendo a los hogares del Sename. Mientras, muchos niños siguen creciendo sin apego, generando lagunas emocionales e intelectuales que no podrán recuperar.
Urge una nueva mirada país frente a una legislación obsoleta y su aplicación judicial, que termina truncando el futuro de miles de niños. Es tiempo de escuchar a los que saben, y reconocer las investigaciones científicas que indican que la adopción temprana no solo es importante, sino fundamental para el desarrollo integral de los niños.
Todo el sistema parece estar construido para que los niños se eternicen en los hogares. La prioridad dada hace algunos años, para agotar la opción de familiares, ha sido nefasta para la adopción temprana, impactando además en la percepción que la comunidad tiene de la adopción, generando un círculo vicioso que involucra tanto a quienes habrían pensado tanto en adoptar, como ceder al niño en adopción. No es tan complicado mantener los mismos requisitos, pero enfocarse en agilizar los procesos. Sólo se requiere voluntad política.
PIGMALIÓN