Pensar debe ser uno de los ejercicios más antiguos, con el fin de conocer lo que pasa, saber qué hacer. En lo que a nuestra cultura se refiere, es posible que la mayor parte del conocimiento haya sido, para empezar, de naturaleza puramente práctica, se trataba de seguir vivo en condiciones precarias.
No es de extrañar, que en aquellos tiempos de incertidumbre y debilidad no quedara espacio para las filosofías, ante prioridades rigurosas y ambiente sin misericordia para nadie. Se ha propuesto que haya sido de ese modo antes de la luminosa aparición de Tales, ciudadano incómodo de Mileto, en las colonias griegas de Jonia, o alguien de parecidas características, pero con menos publicidad.
Por lo que parece, los griegos se encargaron de sembrar la duda, del conocimiento pragmático, a la aventura sin fin de averiguar sobre la naturaleza de las cosas. Un asunto un tanto espinoso, ya que si lo pensamos con calma, el conocimiento tiene por lo general buenos resultados, mientras más conocimiento práctico, mejor, más poder, más éxito y., por eso mismo, era una suerte de monopolio de las clases dominantes.
Tales y sus seguidores transformaron el misterio en cosa pública, conocimiento para todos, acumulable y discutible, sometido a crítica, digno de búsqueda, de repente hay una cosa nueva en el mundo, que los griegos llamaban episteme y que nosotros llamamos ciencia. Conocimiento organizado, mediante el cual se establece una relación entre el hombre, o la mente de éste y el mundo exterior, no como antes un mundo incomprensible, sino desde entonces, un mundo por conocer.
Presente griego, a partir de entonces se acabó el recreo, se instaló la duda y la necesidad de buscar respuestas, no es un mal regalo.
PROCOPIO