Opinión

El precio a pagar por el verdadero arte

Por: Diario Concepción 15 de Junio 2017

Durante más de 200 años, la Corona española prohibió la venta de novelas en las colonias americanas, por considerarlas obras mentirosas, potencialmente subversivas y, por cierto, peligrosas. Varios siglos han pasado y, sin embargo, algunas cosas no han cambiado tanto. En efecto, abundan los que aún ven el arte y sus múltiples manifestaciones con sospecha. Ha pasado con las dictaduras y totalitarismos, pero también en períodos supuestamente progresistas, incluso en la era de las redes sociales y de las ideologías en 140 caracteres.

Porque claro, no todos entienden que las expresiones artísticas cumplen una función que va mucho más allá de lo decorativo o estético. El arte es una exploración, y una buena novela es la que logra sumergirse en la naturaleza humana, buceando entre sus luces, pero también sus sombras.

Y es que el arte no tiene un fin moralizante, su única moral es la de cuestionarlo todo, la derribar los simplismos y mostrarnos que la realidad es harto más compleja y poliédrica de lo que la pintan. Un cuestionamiento que nos puede incomodar, molestar, perseguir, estremecer, pero que finalmente nos ayudará a entender un poco más de nuestra fragilidad humana, en un mundo donde la único seguro es la incerteza.

Hubo un tiempo en que a un artista lo podían encerrar y condenar por su obra “subversiva”. A juicio del polémico novelista francés Michel Houellebecq, hoy la condena pasa por aplicar juicios morales al autor por su creación artística, asumiendo que las “perversiones” de su obra son algún correlato de su vida privada. Poco importa, pues el artista verdadero sabe bien que, ficción o realidad, en su obra siempre se desnuda una parte de sí mismo. Ese es el precio a pagar por la belleza.

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