Se ha venido denunciando reiteradamente al centralismo- a tal punto que pareciera contumacia- de las decisiones tomadas por acuerdos negociados a espaldas de las autoridades regionales y las gentes, que vienen a enterarse tardíamente de estas resoluciones, rutinariamente acompañadas, una vez consumados los hechos, de tentadoras promesas de grandes ventajas para los locales, como generación de empleo, creación de infraestructura y generación de otros ingresos asociados a la actividad, en claro contraste con el ocultamiento de los eventuales problemas o inconvenientes que el proyecto en cuestión pudiera generar.
Aunque sea molesto, por lo reiterativo, no es posible, por cansancio, dejar de insistir en la necesidad de las buenas prácticas, entre las cuales está la de armonizar las intenciones de los proyectos con quienes resulten involucrados, no parece lógico que una y otra vez se ignore este importante aspecto de la gestión, generando la predecible dinámica de rechazo que se observa en diversas iniciativas, a veces un tanto opacas, cuando es necesario que exista sobre los asuntos una completa transparencia.
Lo que debe estar claro, pero no suele reconocerse, es que los mejores negocios son aquellos que benefician a ambas partes en buen negocio no puede basarse en sacar ventajas astutas, ese puede servir algunas veces, pero no para siempre. El mejor es aquel en que cada cual se lleva un parte que le deje feliz de la vida.
Por el momento, mientras no se vea el punto de equilibrio, el de parte justa para todos, no se quiere represas, ni forestales, ni salomones, nada de nada, pero si se quiere luz, energía y riqueza. Tal parece que hay que empezar a conversar respetuosamente de nuevo.
PROCOPIO