Siempre es bueno saber qué es lo que otros países -mejor si son del primer mundo- opinan sobre el nuestro, es parte del subconsciente nacional saber si alguien, allá lejos, nos cotiza, el raro complejo de país al otro lado del mundo y con pretensiones, chico, pero con ínfulas.
Esta vez, el diagnóstico a través de una encuesta de una oficina jurídica norteamericana y otras doce firmas latinoamericanas, aplicada a centenares de clientes, ejecutivos y fiscales de empresas, más estudios de abogados de América, no contiene grandes novedades, antiguamente los chileno habríamos puesto el grito en el cielo, pero ahora no, al observar que los partidos políticos fueron identificados como los más corruptos del sector público en Chile. Un 54% de los encuestados en el país los identificó con un nivel de corrupción “significativo”.
En un ejemplo de antología en esto de mal de muchos, consuelo de tontos, al examinar la corrupción. En el contexto de relatividad, no es una situación demasiado mala, ya que de esa manera resultamos, según la propia advertencia del estudio, “significativamente inferiores” a la media de la Región.
El problema es que no estábamos acostumbrados, los casos de corrupción en nuestro país han sacudido la opinión pública porque no estaban en el subconsciente colectivo, el paradigma predominante en cada chileno, sobre todo los de las generaciones más antiguas, era de la limpieza y corrección de la política y sus actores, no como otros, siempre en positiva comparación con otras oprobiosas realidades regionales.
Pensábamos que éramos más correctos, más limpios, más probos, más decentes, en el pedestal de Latinoamérica. No sabíamos que, además, éramos los más ingenuos.
PROCOPIO