Christian Schmitz Vaccaro
Rector UCSC
Que Chile es un país digitalmente conectado, no cabe duda. Un estudio reciente del BBVA Research, determinó que el 85% de nuestros jóvenes entre 18 y 34 años utiliza de manera frecuente las redes sociales, superando a países económicamente desarrollados como Estados Unidos (75%) y Reino Unido (65%).
El acceso a las redes sociales se hace casi en el 80% de los casos desde la comodidad de un smartphone, aspecto que nos ha convertido en personas altamente dependientes de estos aparatos, llegando a excesos como que el 48% duerme con el celular al lado de la cama, el 40% se incomoda cuando se le acaba la batería, o el 36% lo revisa constantemente aun cuando no suene, según los datos de la última Encuesta Nacional Bicentenario.
Esta hiperconectividad es positiva si se la analiza desde la perspectiva de que nos permite estar en contacto inmediato con nuestro entorno más cercano, y porque contribuye a que las personas tengan un acceso más amplio de la información, favoreciendo así una toma decisiones más libres, más democráticas.
Pero la comodidad que representa esta hiperconexión, también nos puede convertir en simples espectadores de los sucesos del entorno, es decir en sujetos meramente opinantes, reactivos y escasamente propositivos. Mucho más fácil resulta comentar tal o cual decisión de la autoridad, manifestar virulentamente la frustración por el actuar del Gobierno, de las policías, de los empresarios, o caer en la descalificación personal y en la desesperanza por una sociedad que va de mal en peor. Limitarse a comentar la realidad sentado frente a una computadora o a un smartphone, es sencillo, pero no aporta en nada al mejoramiento de las comunidades en las que estamos inmersos.
Nuestra sociedad requiere más de personas que actúan con entusiasmo y energía, y ayudan al prójimo, y menos de aquellos que solo comentan las noticias negativas. Ello implica abandonar la zona de confort, salir al mundo real y mirarle la cara al necesitado. Problemas y desafíos hay de sobra para enfrentarlos con acción, compromiso e innovación social.
La universidad es uno de los espacios donde debemos ser capaces de generar las condiciones para que nuestros jóvenes desarrollen sus ideas y pongan en práctica sus talentos al servicio de aquellos sectores más carentes de oportunidades, y que requieren de un acompañamiento que les ayude a superar sus problemas.