Con 52 alcaldías, lo que representa el 17.4% del total de Alcaldes electos, los independientes fuera de pacto, se han constituido en la segunda fuerza política con mayor número de municipios a su haber. Este resultado, junto con la abstención de 2 de cada 3 electores, marcaron lo más llamativo de las elecciones municipales 2016.
Mucho se había especulado respecto del nivel de desafección de la población, respecto de la estructura de liderazgo actual. El cuestionamiento a la ética de gran parte de los involucrados, hacían incierto el comportamiento de la población frente al proceso eleccionario.
El masivo triunfo de candidatos independientes a alcalde, fue una de las manifestaciones ciudadanas que dio cuenta del desencanto hacia las principales fuerzas políticas del país. El aplastante 53.7% que obtuvo el candidato independiente por la Comuna de Valparaíso, en desmedro de los pactos Chile Vamos y Nueva Mayoría, fue una de las formas elegidas por la ciudadanía para manifestar su ansia de validar liderazgos alternativos.
La abstención, por su parte, que alcanzó el 65% del total del padrón electoral (más de 9 millones de personas que no fueron a votar), fue otra potente manifestación elegida por la población para dejar establecido su malestar. El abstenerse de votar, es una opción válida, de acuerdo a la ley; el ejercer dicha opción, es una señal del bajo valor ciudadano que se le asigna al voto en términos de su nivel de calidad de vida.
Estas dos grandes mayorías (independientes y abstención), dejan en una incómoda situación al establishment. La fuerza electoral, que otrora era seducida por las situaciones antagónicas heredadas de la guerra fría, ha mostrado mayor empoderamiento e incertidumbre, respecto de su comportamiento frente a las alternativas para conducir el país.
Rescatando la retórica de los candidatos independientes vencedores, las tareas prioritarias de su gestión, se concentran en el despliegue en terreno para resolver los problemas más apremiantes de los vecinos, generar un programa de trabajo para enfrentar la desigualdad en barrios y renunciar a los privilegios que pone a disposición los grupos de poder, a quienes sirven sus intereses.
La presencia en la calle, acortar las brechas en calidad de vida y desestimar privilegios, serán, sin duda, los grandes desafíos que, esta nueva camada de líderes, deberá sortear con éxito. De ello dependerá, en gran medida, que su gestión trascienda al municipio y, de paso, devuelva la confianza de la población en la capacidad y honestidad de sus líderes.