Es ahora cuando constataremos con más fuerza una amalgama de farsantes cuyo objetivo es el preciado voto para algún cargo municipal. No digo que todos los candidatos lo sean y tal vez esto torne más dramática la situación, ya que en este contexto corresponde ser sumamente cuidadosos al momento de sufragar.
No sólo de participar, y actuar en lugar de sólo hablar, sino que de hacernos responsables de lo que ha pasado y de lo que se viene. La lucha será contra nuestra apatía y la vergonzosa facilidad con la que nos dejamos convencer cuando nos ofrecen discursos para consumidores y no para ciudadanos, que se escudan en apellidos y partidos para generar convicción y no en programas. Que son cobardes, y al no tener nada que mostrar prefieren construir ficciones sobre la base de máquinas de funcionarios-clientes cuyos trabajos se hacen depender de quien sea el electo.
Los seres humanos corrientes, los que, sean quienes sean elegidos, seguiremos recorriendo nuestros caminos esperando simplemente que quienes estén en los cargos púbicos sean honestos y responsables, transparentes y preocupados por realizar una buena gestión. No se necesitan héroes ni milagreros. Ni los unos ni los otros existen y quienes se publicitan invocando estas perspectivas son los más sospechosos de ser charlatanes.
Aun menos esperanzador es seguir con el continuismo, aquel que viene de todos los espectros, no importando su naturaleza, dejando que los mismos de siempre coopten el aparato público. Aquellos que distorsionan las verdades adobándolas con mentiras para convencernos de dejarlo todo igual, de pronunciarse por las mismas alternativas.
Por aquellos mediocres narcisos sin ninguna empatía que se creen grandes e idolatrados sin existir ningún motivo y que esperan y necesitan ser admirados. Aquellos que no buscan servir a los otros ni comunicarse con ellos, sino que manipularlos y seducirlos para aprovecharse sin ningún pudor. Son ellos a quienes hemos permitido que todo proceso de campaña electoral se transforme en una pugna entre pandillas, cuyos enfrentamientos y conductas van a veces más allá de lo meramente inmoral para hacerse incluso delictual.
Ojalá que el tedio y la falta de responsabilidad y formación cívica no hagan que todo se repita. Que estos ejercicios democráticos no sirvan sólo para blanquear las más sucias prácticas políticas y sepamos distinguir al servidor público del impostor, es decir, aquel que necesita el poder por el poder.