Jorge Condeza Neuber
@jorgecondezan
Si ud pudiera graficar la rentabilidad diaria o mensual de los multifondos, vería una línea zigzagueante en el A y plana en el E.
Si calcula como las curvas se mueven hacia arriba y hacia abajo respecto a la media, podrá formarse una clara idea de cómo funcionan las inversiones más riesgosas: una suma de datos positivos y negativos que rentan más como premio a ese riesgo que se corre.
Quizás el ejemplo es complejo, pero seamos honestos, esta correlación riesgo/beneficio es algo bastante intuitivo y esta presente en muchas actividades de nuestra vida diaria.
Entonces en esto de los fraudes hay algo bastante pintoresco, ya que se ofrece a un conjunto de privilegiados inversores una mágica pócima, obtener una altísima rentabilidad “eliminando” todo el riesgo por la vía de poner la frase mágica: rentabilidad asegurada. Pintoresco, porque la gran mayoría sabía del riesgo que estaban corriendo, pero eran felices pensando que bebían del Santo Grial.
Los expertos serios saben que esta correlación molesta entre riesgo y rentabilidad no se puede eliminar, pero los frescos trataran siempre de disminuir la percepción que se tienen del riesgo. Y formulas hay. A gran escala hubo fraudes como el que ocurrió con las hipotecas sub prime en EE.UU, donde las deudas de alto riesgo se empaquetaron con otra de categoría triple AAA, haciendo que “desapareciera” el riesgo a la vista de los inversores.
Participaron firmas y marcas importantes y de gran prestigio. En esta otra escala es el vendedor quién debe inspirar confianza, construyendo aceleradamente esa marca al lado de gente rica y famosa que sirve para deslumbrar a los inversores.
Las culpas en estos fraudes están repartidas. El que planifica estafar a otros, aprovechando su confianza, desconocimiento e incluso debilidad, es el más importante. También son culpables los órganos que deben fiscalizar el movimiento de dinero, la clasificación de los instrumentos financieros y la valorización de las empresas.
+Pero convengamos que también hay una cierta culpa de quienes asumen riesgos que no deberían. No por ingenuidad o ignorancia, sino por una ambición cegadora que es muy bien aprovechada por los embaucadores.
El experto Benjamín Graham dio 3 recomendaciones: Analizar exhaustivamente la empresa y la solidez de sus negocios subyacentes antes de comprar sus acciones.
Protegerse deliberadamente frente a perdidas graves y aspirar a resultados adecuados, no a unos resultados extraordinarios, como ocurre con los fraudes piramidales que prometían rentabilidades seguras del 18% anual.
Es decir, los inversores pecaron de autoengaño. Creyendo que estaban invirtiendo, en realidad solo estaban especulando y como dice Graham, la especulación se hace mortalmente peligrosa cuando uno empieza a tomársela en serio.