Jorge Condeza Neuber
@jorgecondezan
No creo que exista en nuestra memoria colectiva una historia más épica que el plebiscito del 88. Encuestas muy ajustadas por lado y lado y 90% de participación hacen que todos recordemos ese día de Octubre como el inicio del fin de la dictadura cívico militar por la vía democrática. Usar el plebiscito como indicador de participación respecto a una alta abstención en la próxima elección municipal, es una mala comparación.
Tampoco sirve usar el plebiscito de Colombia para decir lo que puede ocurrir cuando la gente no participa. Había en ese proceso un simbolismo especial marcado por la esperanza de Paz luego de 50 años de guerra, que hacía casi imposible no se aprobara, y las encuestas así lo pronosticaban. El resultado: un ajustado triunfo del NO, marcado por una participación menor al 40%, asociado a la percepción generalizada de un triunfo del SI que generó una desvalorización del voto marginal.
Quiero entender el pronóstico alta abstención en nuestra elección de alcaldes y concejales. El 85% de alcaldes va a la reelección y son muy pocos los concejales que no volverán a participar y entonces, salvo excepciones, existe esa sensación generalizada de que un voto extra no ayudará a generar, al menos, un cambio de rostros. ¿No sabe la gente de que existen 3, 4 o 5 candidatos para alcalde y casi en algunos casos 8 o más para cada puesto de concejal? Es decir, hay opciones.
¿Será que la gente no quiere un cambio de verdad y se sienten cómodos con lo que hay o incluso les importa poco quien tenga la gestión del Municipio? Cuesta comprender que realmente sea si, sobre todo considerando que es parte del discurso normal, de cualquier votante, el famoso cambio y el constante reclamo por algunas pésimas gestiones edilicias.
Entonces la apatía es el resultado lógico del alto nivel de corrupción que no queremos enfrentar. La abstención es el grito de la ciudadanía que clama por un cambio en la forma de hacer política y por el cambio de muchos corruptos por gente decente.
Antes, como en el plebiscito del 88 o la elección del 89, el voto tenía un alto valor; el esfuerzo valía la democracia o cambiar la forma de hacer ciertas cosas; valía cambiar efectivamente una visión del mundo que traían aparejadas políticas públicas para disminuir la pobreza, lograr más participación o encontrar más oportunidades.
Es hora que los partidos dejen de culpar a los votantes y asuman su responsabilidad de amparan la corrupción por la vía de tapar los casos y no expulsar a todos aquellos que sabemos aportan votos pero también desprestigio a la actividad. La gente siente que votar es validar un proceso viciado que favorece a corruptos y aprovechadores.
La tarea es devolver el valor al voto. La tarea es que la gente sienta que ir a votar vale la pena y validar a partidos con 80% de rechazo no lo es.