Son muchos los que hoy, observando el traje nuevo que para los Intendentes (Gobernadores Regionales) confecciona la Reforma Constitucional, exclaman con el mismo entusiasmo que los miembros de la corte del cuento "El traje del emperador", de Hans Christian Andersen: "¡Magnífica! ¡Admirable! ¡Hermosa!", aunque no hayan visto nada. En efecto, pocos conocen el contenido de lo que votará el Senado a petición del Gobierno. Les cuento que aquí no hay traje alguno, se trata sólo de la silla para sentarse a diseñarlo.
Así, la Reforma Constitucional sólo contempla que la autoridad regional (actual intendente) se llamará gobernador regional y será electo por la ciudadanía con un umbral mínimo del 40% de los votos válidamente emitidos, dejando a una LOC sus atribuciones competencias y demás aspectos. El gobierno le pide al Congreso: 1) que apruebe la elección de gobernador regional y 2) que confíe en que después de eso el gobierno enviará un proyecto de ley para aumentar sus facultades.
El problema es que mientras algunos creen que con la sola silla hay traje, hay otros que ya se están repartiendo la silla (y el supuesto traje). Y es que la reforma tiene como único objetivo la elección por sufragio de intendentes, pero nada agrega con respecto a las necesarias transferencias de competencias y autonomías fiscales, financieras y presupuestarias que se deberían incluir.
Características sin las cuales cualquier modelo que supone ser descentralizador, se transformaría en letra muerta. La elección de la autoridad regional es muy importante como elemento democratizador, pero tanto o más importante es que dicha autoridad elegida por los ciudadanos tenga potestades suficientes para cumplir lo que compromete: resolver los problemas locales en el territorio. Es decir, se optó por elegir una autoridad sin competencias conocidas.
Esto, generará una incertidumbre en los ciudadanos y una evidente frustración cuando al cabo de unos meses de haber sido electos, deban pedir permiso a Santiago para intentar promover planes y programas. Lo que es peor, como el gobierno se atrasó en el diseño de nuevas competencias, e insiste en elegir su autoridad regional en 2017, podríamos tener campañas a gobernadores regionales sin ley de competencias vigente, lo que resulta evidentemente una mala decisión de política pública.
Efectivamente "han quedado sobre la mesa las lealtades", tal como en la fabula de Andersen, en donde cada uno de los miembros de la corte admitía –más por ignorancia que por lealtad– la belleza de un traje que no existía. Todo esto hasta que la sincera expectativa de descentralización que nutre la ciudadanía, no se transforme en un repetitivo murmullo, señalando que las telas mágicas de la supuesta descentralización no son tales, y que el intendente está desnudo.