Renato Segura
cerregional.cl
Estupor, tristeza e indignación ha ocasionado la noticia que da cuenta de la muerte de 243 menores a cargo del Sename. Según lo señalado por los medios de comunicación, del total de niños y niñas fallecidos, 74 eran menores a 6 años.
La Directora del Sename, organismo que en su página web todavía no muestra señales de arrepentimiento por lo ocasionado, declaró que la tardanza en entregar las cifras se debió a que no existían registros de quienes fallecieron producto de “servidores con poco espacio, software insuficiente y niños sin RUT”.
Tristeza es constatar que nuestros niños, lo más preciado que tiene una sociedad, viven en el desamparo y el desinterés de la sociedad por su futuro. Tristeza es constatar que vemos, lo que queremos ver; gastamos cuantiosos recursos en ayudar a quienes no lo necesitan y dejamos morir en el absoluto desamparo y olvido a quienes más necesitan nuestro cariño, comprensión y solidaridad.
Indignación es la respuesta frente al anuncio de la autoridad de asignar en forma “inmediata” $2.500 millones de pesos. ¿Cuánto vale la vida de un niño? ¿Significa esto que, dejamos morir a inocentes criaturas por no asignar $ 10 millones de pesos a cada uno (equivalente a la dieta de un mes de un solo Parlamentario)?
Lo que ha ocurrido con nuestros niños y niñas, no es fruto de la casualidad. Es consecuencia de la lógica de las prioridades y las transformaciones de un, Chile querido, que todavía no es capaz de hacerse responsable por la vida de su gente. Es curioso y triste, que nos vanagloriemos de haber abolido la pena de muerte, aun cuando el Estado de Chile, durante los últimos 11 años, aplicó la pena capital a cerca de 500 personas de alta vulnerabilidad, entre adultos y menores, que estaban bajo su cuidado y responsabilidad.
Frente a la reacción del Gobierno, presionado por los acontecimientos coyunturales, hubiese esperado una actitud más noble y humilde de nuestra autoridad. Chile está de duelo, pero ninguna bandera oficial ondea a media asta. No escuché la voluntad de un “nunca más”, donde se informe oportunamente, a la opinión pública, y se realice la investigación sumaria de rigor, cada vez que se registre la muerte de una persona que esté bajo la custodia de un organismo público.
Le hemos fallado a nuestros niños y niñas. Fracasamos como adultos, como Gobierno y como sociedad. Es por ello que, en mi nombre y el de mi familia, les hago llegar a nuestros niños y niñas de Chile, el más sentido pésame. Les pido perdón por nuestro desinterés y pasividad frente al sufrimiento humano.