Andrés Cruz Carrasco
Abogado y magíster en Filosofía Moral UdeC
Los “expertos” pretenden darle un sentido a lo que se considera como habitual en función a los valores cívicos imperantes. Con un lenguaje ampuloso intentan, desde su perspectiva prejuiciosa que barnizan con los conocimientos técnicos que profesan, explicar diversos fenómenos sociales y proponen como dogmas soluciones o bien explican, usando complejos métodos y muchos números y gráficos, porque las cosas deben quedar como están.
Parten desde una verdad, de “su” verdad, que consideran como la única posible, aun cuando el universo social, sobre todo en nuestro país, se encuentra extremadamente segregado.
Es su visión del mundo, el prisma que usa para leer cifras, a las que reduce el sufrimiento y las necesidades humanas, como si esto pudiese ser la única forma de explicar y entender condiciones de exclusión, pobreza y marginalidad, que nunca ha vivido, que no conoce y con la que nunca tendrá un contacto.
El teórico usa sus trucos desde detrás de algún cómodo escritorio, ojalá en la capital, para desechar en lugar de explicar.
El “experto” vive sobre la base de una realidad fragmentada, sólo teniendo en cuenta esa perspectiva parcial que le confiere su disciplina, respecto de la que ha recibido una formación proveniente de otros “expertos”, quienes desde sus castillos construidos en las nubes, se reproducen dentro de sus parcelas de conocimiento, repartiéndose publicaciones y debatiendo para ellos, cada uno desde sus compartimientos, como si la vida se estructurara sobre la base de estancos, en que cada especialidad no puede relacionarse con la otra, a la que miran incluso con desprecio.
Los profesores Taylor, Walton y Young, denominan a este fenómeno el del análisis desde el ángulo del chauvinismo enclaustrado, desde el que se aprecia la totalidad de la sociedad en función de sus propios valores, para no adoptar una postura crítica al margen de ellos.
Estamos construyéndonos y pretendemos seguir adelante, no sobre la base de la participación ciudadana, sino que a partir de las lecturas de analfabetos sociales con muchos títulos universitarios, absolutamente desconectados de lo que ocurre en el mundo. Peor si detrás de estos trabajos y financiamiento se encuentra la burocracia y la política.
Esta reducción del ser humano a cifras para uniformarlo, cuando es pura diversidad, puede implicar el que se adopten políticas públicas construidas desde la ignorancia, para ser aplicadas a quienes no las necesitan.
Las encuestas y mediciones son útiles insumos y no constituyen material sagrado para avalar cambios radicales o sostener el anquilosamiento de un modelo social.