Esos hijos críticos de la autoridad y del orden que encarna Lagos, solo vociferan y caen en la repulsa; gritan, pero no votan.
Esos hijos críticos de la autoridad y del orden que encarna Lagos, solo vociferan y caen en la repulsa; gritan, pero no votan.
¿Por qué Ricardo Lagos además de concitar el rechazo de un importante sector de la población joven, logra al mismo tiempo convocar y cautivar a un segmento considerable de la población adulta? Dos son las características que se logran plasmar en su figura. Por una parte, la idea del orden y por otra, el sentido de autoridad. Dos variables que hoy están muy cuestionadas en la figura de doña Michelle Bachelet.
La mayoría de las encuestas, estudios de opinión y en los comentarios públicos y en privado, se alude que una de las mayores falencias y debilidades que tiene la presidenta, es su falta de autoridad, no solo para ordenar una coalición debilitada, sino también para conducir las reformas. Esa falta de autoridad, ha conllevado un (eventual) desorden, no solo en la coalición gobernante, sino también a la hora de presentar los proyectos.
Esta falta de autoridad y desorden, son vistos como vacío de poder (conducción), ante eso algunos sectores políticos y un porcentaje de la población ha buscado la forma de poder llenarlo. Es ahí donde irrumpe Lagos. Esa especie de padre severo, autoritario que golpe la mesa, levanta la voz, apunta con el dedo y mira con ceño fruncido con el solo objetivo de marcar presencia e imponer orden.
Eso es tan característico de nuestros pueblos de América Latina. La presencia de un caudillo, un líder con rasgos fuertes, que se sitúa por sobre los partidos o estructuras orgánicas. Ese líder mandatado para ordenar la casa y de esa forma asegurar dos cosas centrales. Por una parte, el diciplinamiento (estabilidad) y por otra el orden (gobernabilidad). En otras palabras, ese orden es la mejor garantía de progreso (económico), por eso tanto seduce y cautiva a quienes tienen las riendas del poder, así como a un sector amplio y variopinto de la ciudadanía, que son quienes finalmente deciden elecciones.
El binomio autoridad-orden es la mejor garantía que puede entregar un político a quienes toman las grandes decisiones en el país. Así, Ricardo Lagos puede generar muchos anticuerpos en las generaciones jóvenes, en aquellos que son hijos de la transición. Sin embargo, esos hijos contestatarios y críticos de la autoridad y del orden que encarna Lagos y los viudos de la Concertación, por ahora solo vociferan y caen en la repulsa. En otras palabras, no votan, solo se quejan y gritan. Por lo tanto, en ese terreno Lagos puede -por ahora- estar tranquilo.