Christian Schmitz Vaccaro Rector UCSC
Christian Schmitz Vaccaro
Rector
UCSC
Hace un par de días, un joven me decía: “no he parado de estudiar desde que entré al colegio; me he esforzado mucho, me gusta el teatro y pintar óleo, pero nunca tengo tiempo porque debo estudiar. Si esto es la vida, donde hay que ir al colegio, estudiar, luego rendir la PSU, seguir estudiando y más tarde trabajar, entonces no tiene mucho sentido la vida”.
Las palabras de este joven impactan y parecen ser sintomáticas de nuestros tiempos. A todo nivel, estamos inmersos en una vorágine altamente competitiva, donde las cifras, los números y las estadísticas orientan nuestras vidas guiándolas por un único carril, el del éxito, como si aquel concepto fuera sinónimo de felicidad y plenitud de vida .
Con este ritmo de vida es poco el tiempo que podemos destinar a la familia, a los amigos e incluso al cultivo de nuestros dones y talentos, los que muchas veces no guardan relación con la carrera que se estudia o el quehacer profesional que desempeñamos. Descubrir estos dones y talentos y realizarse en ellos, es la verdadera riqueza que nutre nuestro espíritu. Es un camino personal que puede revelarse a través de la contemplación de una obra de arte, la práctica de un deporte o actividad física, o el desarrollo de nuestra veta social de entrega al prójimo.
Para las instituciones educacionales, mirar este problema desde la vereda de enfrente no es la solución. Quienes trabajamos en el ámbito educacional, estamos llamados a generar, desde nuestras instituciones, cambios significativos que posibiliten una verdadera apertura al crecimiento y desarrollo integral de la persona humana. No basta, entonces, con proporcionar a los jóvenes las competencias necesarias que posibiliten su desenvolvimiento profesional futuro, sino tan importante como aquellas, es abrir y generar los espacios para que desarrollen sus capacidades individuales propias que brotan de los talentos y dones recibidos.
En nuestra Universidad y en muchas otras se hacen esfuerzos notables por poner en práctica la integración de estos dos mundos que hoy caminan por senderos paralelos, pero que necesariamente deberán confluir si lo que se busca es avanzar en una educación de calidad y facilitar el descubrimiento de la vocación integral.
Las políticas públicas y de financiamiento a la educación superior, deben colaborar de manera activa a esta integración, aspecto que hoy, dado el carácter competitivo del sistema por la captura de recursos, impide que pueda desarrollarse a plenitud.