Opinión

Universidad y violencia

Por: Diario Concepción 11 de Agosto 2016
Fotografía: imagenPrincipal-3861.jpg

La violencia tiene varios significados y explicaciones. No se puede hablar solamente de una violencia, por ejemplo las más visibles, léase física o directa, también están las otras violencias, aquellas que son menos perceptibles pero no por ello menos dañinas. Allí podemos situar la violencia simbólica, cultural, incluso la estructural. 

Al respecto cabe preguntarse si la presencia de estas últimas violencias en la vida de las personas, son elementos suficientes que permiten explicar sus comportamientos, actitudes y actos. Por ejemplo salir a marchar por las noches y emprenderlas contra determinados edificios; una agresión a un guardia o bien quemar un vehículo institucional. Se podría "argumentar" que el ataque a los edificios es la respuesta (directa) a instituciones que representan la violencia de grupos hegemónicos. Que la agresión al guardia es la respuesta a quien está al servicio de grupos de poder que ejecutan violencia sistémica, y que la quema de un vehículo es la expresión de rabia y frustración antes la violencia estructural (exclusión y marginación) que se ejercita. Y así podríamos seguir enumerando o intentado explicar o como dicen algunos contextualizar las acciones que se emprenden. 

Sin embargo, y más allá de la explicación o contextualización, se hace necesario, ir desentrañando ciertas cosas para situarlas en su justa dimensión y no confundirnos. Es indudable que todos de una u otra forma estamos inmersos en prácticas y discursos de violencia, pero también no todos reaccionamos de la misma forma. Por ejemplo, la marcha que se realizó en Concepción contra las AFP y su violencia sistémica, no ocurrió ningún incidente, situación totalmente opuesta a las marchas estudiantiles. 

Incluso, resulta paradójico y hasta contradictoria decir por ejemplo que se quiere defender la Universidad, pero al mismo tiempo no se escatiman esfuerzos en destruirla o rayarla. Asimismo, resulta contradictoria hablar y criticar la violencia policial, pero paralelamente se justifica y entiende la ocupación de un espacio (toma), con lo cual se conculca el diálogo ¿Acaso una toma no es un acto de violencia?

En este contexto, parece ser que la violencia se ha naturalizado. Algunos la hacen suya como herramienta para resolver problemas, otros la relativizan, intentando "contextualizarla" o "entenderla" y el resto (la comunidad) parece ajena, por no decir impávida e indiferente.

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