RODRIGO ROMERO emprendedor creativo, director ASECH
Las grandes batallas se dan a rostro descubierto, organizados como grupo y con un objetivo común. Así se logran las transformaciones reales. Todo lo demás parece reclamo chico, guerrilla pequeña, camorra que ni siquiera es mafia.
Más que encapucharnos para lanzar rocas anónimas y al voleo, debiéramos recordar siempre nuestra condición de animales políticos, entes colectivos que necesitamos del equipo, de los aliados, de los complementos; como seres emocionales que somos, vivimos de sueños comunes que deben ser planteados y defendidos públicamente con la fuerza de los hechos, más que las palabras.
En regiones, el individualismo asfixiante de la capital parece algo lejano y ridículo. Claramente lejos de Santiago hay una camaradería más constante, con más cooperación, más trabajo asociativo real. Se firma todo tipo de convenios de colaboración, alianzas estratégicas y otras declaraciones de amor que siempre serán juzgadas por sus resultados finales: su legado, más que por los flashes y la pirotecnia de los anuncios, promesas y apretones de mano. Al hacerse, las cosas se dicen solas, no hace falta anunciarlas.
Cada vez será más grato juntarse con gente que prefiera una conversación face to face por sobre el chat. Personas que disfruten de socializar, escuchar, empalizar, cohesionar. Buenos vecinos, que no respondan provocaciones sino que construyan puentes de entendimiento, canales de comunicación e intereses comunes.
Eso explica el boom de los coworks y el networking como plataformas donde los micro y pequeños empresarios puedan dejar de sentirse tan solos, comenzando por cambiar los alegatos y transformarlos en objetivos que requieren acción o modificar conductas; si obedeciéramos sólo al individualismo, perderíamos no sólo libertad, sino también la única opción de levantar nuestros territorios: mediante la asociatividad y colaboración.
Significa dejar de pelear entre nosotros y que volvamos a confiar en el de al lado. Las regiones necesitan más minga, mayor trabajo colaborativo, más socios, más inversionistas, paz social, unión gremial, nodos sofisticados. Sólo así, con valor compartido y grandes sueños comunes, ha sido posible progresar y llegar donde estamos, en posiciones expectantes que hoy hacen ver los prejuicios, la desconfianza, el racismo y la discriminación como algo anacrónico.
En la era actual el juego es hacer pequeñas transformaciones dentro de nosotros y luego juntarnos con otras personas que también estén realizando su propia revolución, por más pequeña o insignificante que parezca.
Sí a la supervivencia en manada, no a la vida de destierro solitario por el valle de la muerte.