Se hubiera esperado que quien liderara la reestructuración que el Sename requiere fuera un experto en temas de infancia.
La designación de la ex fiscal Solange Huerta como directora del Sename reabre un debate en torno a los criterios que se utilizan a la hora de nombrar a las autoridades. Si bien su nombramiento abre un flanco para el gobierno que sin duda afecta la confianza de los chilenos –una suspicacia evitable–, la idoneidad de quienes asumen estos cargos es, también, una materia importante de abordar.
En el mundo público ha existido desde siempre una relación tensa entre los "técnicos" y los "políticos". Los primeros creen que los políticos basan sus decisiones en cálculos electoralistas; mientras que los segundos creen que los técnicos carecen de la experticia para sacar adelante las iniciativas de manera institucional y que solo se guían por un análisis costo-beneficio. Si bien ambas posturas tienen un dejo de verdad, lo cierto es que para elaborar e implementar buenas políticas públicas ambos grupos son necesarios. El problema es que hemos visto cómo los organismos públicos están controlados por individuos cuya idoneidad está basada en el carnet de militancia de un partido y no en los conocimientos técnicos necesarios para ostentar el cargo, lo que afecta la correcta labor del organismo y compromete la independencia y visión de Estado que muchos de ellos requieren.
Un ejemplo de esto es el cuestionado rol que ha tenido el SII en cuanto a las investigaciones por financiamiento irregular de la política, al querellarse solo en ciertos casos, mientras en otros no se pronuncia. Esta actuación del SII demuestra cómo un organismo en el que debería primar el carácter técnico se ve debilitado por su "dependencia" del mandatario en ejercicio. Cabe precisar que el Sistema de Alta Dirección Pública no ha cumplido el rol que se esperaba, existiendo vicios que atentan contra la eficiencia en la selección de directivos que el mecanismo pretendía regular. Por otro lado, lo que se ha conocido del caso de Gendarmería es quizás el más claro ejemplo de colonización de un organismo por parte de la maquinaria partidista, lo que no solo trae consigo la ineficiencia del servicio, sino que también un aprovechamiento malicioso que incrementa aún más el descontento ciudadano con la política.
De esta forma, no se trata de quitarle por completo a los partidos políticos la tarea de buscar individuos capacitados para ocupar los cargos públicos, sino que es necesario asegurar que ante todo prime el cumplimiento de los objetivos que el órgano público persigue, para lo cual la militancia no debe ser el determinante de la designación.
Por lo pronto se hubiera esperado que quien liderara la reestructuración que el Sename requiere fuera un experto en temas de infancia, no solo para evitar la suspicacia, sino para dar solución a un problema tan sensible como la protección de cientos de menores que hoy están siendo postergados.