¿Hemos calculado alguna vez cuál es el costo de tomar decisiones sin considerar el punto de vista de todas las partes implicadas? Una vez que se implementan los proyectos, debemos reparar, adaptar, volver a crear confianza con los grupos de personas que no se sienten considerados y el altísimo costo de falta de credibilidad en la democracia, en la transparencia y la inclusión.
Un caso emblemático reciente es el del proyecto de terminal de GNL y termoeléctrica Biobíogenera, que en su fase inicial como Octopus, cometió errores importantes en lo que se refiere a la vinculación con la comunidad. Errores que, pese a la calidad indudable del proyecto, hoy le siguen pesando.
Para las personas encargadas de tomar las decisiones, nos encontramos ante un escenario con una institucionalidad que necesita fortalecerse para poder abordar proyectos que se hagan cargo de la alta complejidad de los proyectos de inversión y desarrollo para nuestro país y nuestra región.
Citando al estudio "Del Conflicto al Diálogo: Cómo avanzar hacia un sistema eficiente de decisiones ambientales participativas", presentado en enero 2016 por la Fundación Konrad Adenauer y la Embajada Suiza, se señala: "La participación ciudadana en las decisiones de política pública y, en particular en temas ambientales, se ha levantado como una demanda persistente en los últimos años en Chile. Sin embargo, a pesar del aparente consenso en torno a la necesidad de ampliar los espacios de participación aún no hay claridad sobre cuáles son los mecanismos más apropiados para lograr este fin".
Es urgente que desarrollemos las habilidades para tomar decisiones en consenso, y seamos cada uno de nosotros quienes impulsemos desde nuestros trabajos la cultura de dialogar antes de tomar decisiones. Para las empresas que tienen operaciones en terreno, es preciso dialogarde forma permanente con las comunidades que los rodean, escuchar a los trabajadores y compartir con ellos los análisis, resultados y proyecciones, con miras a perfeccionar los proyectos.
Es importante ser conscientes de que estamos hablando de un cambio cultural, que no se realiza de la noche a la mañana, pero que debe comenzar hoy. Muchas veces tomamos las decisiones basándonos exclusivamente en un criterio económico cortoplacista, que nos permita mostrar beneficios inmediatos pero no estratégicos, de largo plazo. Está claro, hoy más que nunca, que la prisa es mala consejera y que lo barato sale caro.