Este lunes, Estados Unidos ordenó la expulsión de 60 diplomáticos rusos acusados de espionaje en represalia por el intento de asesinato del ex espía Serguéi Skripal en el suelo de su aliado, Reino Unido (RU), esto dado que desde las islas acusan a Moscú de lo sucedido.
Siete días tienen los supuestos agentes de inteligencia —y sus familias— para abandonar el país. Así, la medida afecta a 12 empleados de la misión rusa en Naciones Unidas, ubicados en Nueva York, además de 48 integrantes de la embajada en Washington, según informó El País de España.
La Administración de Donald Trump también ha pedido al Kremlin que cierre su consulado al noroeste del país, ubicado en Seattle, sujetándose en su proximidad a la fábrica de aviones Boeing y a una base de submarinos.
Otros gobiernos europeos, así como Canadá, también anunciaron expulsiones esta misma jornada. Se trata de una acción coordinada de países aliados contra Rusia, en un momento de gran tensión con el país gobernado por Vladímir Putin.
Asimismo, el gobernante ruso es acusado de varios ataques recientes, así como de diversas injerencias en Europa y Estados Unidos con el ánimo de dinamitar la confianza en las instituciones, dentro de un clima que —muchos analistas concuerdan— se parece al de la Guerra Fría.
“Estados Unidos adopta esta medida en coordinación con nuestros aliados de la Otan en el mundo en respuesta al uso por parte de Rusia de un una arma química militar en suelo de Reino Unido, lo último en su permanente patrón de desestabilizar actividad en el mundo”, comunicó la Casa Blanca.
El pasado 4 de marzo el ex espía ruso Serguéi Skripal y su hija fueron envenenados con gas nervioso —de producción rusa— en la localidad británica de Salisbury. El Gobierno británico acusó a Rusia formalmente y decretó la expulsión de 23 diplomáticos.
De la misma forma, el RU suspendió todo contacto de alto nivel con Moscú. También aumentó la tensión la muerte del exiliado ruso Nikolai Glushkov el 12 de marzo en su casa de Londres, que la policía investiga como homicidio, aunque no se encontró relación con el caso anterior.
En diciembre de 2016 —los últimos días de la era Obama—, la Casa Blanca ya había impuesto duras sanciones a cuenta de la injerencia en las elecciones presidenciales.
En el ejemplo anterior, se echó a 35 agentes de inteligencia adscritos a la Embajada de Washington y del Consulado de Los Ángeles, —junto a sus familias—.
En la misma línea citada, se ordenó el cierre inmediato de dos centros en Nueva York y Maryland (propiedad del Gobierno ruso), además de penalizaciones a entidades y otros ciudadanos.
Esta vez hay más agentes de inteligencia en vías de expulsión, pero se da en la paradoja y en el contexto de un mandatario estadounidense que no ha dejado de mostrar afinidad con Putin, a pesar de que señala a China y a Rusia como grandes amenazas.
Nikki Haley, embajadora estadounidense ante la ONU, señaló que los diplomáticos expulsados “se implicaron en actividades de espionaje que son adversas para nuestra seguridad nacional”.
“La decisión del presidente muestra que las acciones de Rusia tienen consecuencias“, dijo Haley, agregando que “más allá de ejercer una conducta desestabilizadora por todo el mundo” Moscú se ha mostrado como “cómplice de las atrocidades en Siria y de las acciones ilegales en Ucrania”.