Las carreteras están cortadas, la Sagrada Familia cerrada y el FC Barcelona no se entrena. Cataluña se ha parado este martes para denunciar la violencia policial durante el referéndum de autodeterminación prohibido, que agravó la crisis con el gobierno español.
Convocadas a paralizar esta región de 7,5 millones de habitantes por una plataforma de 44 entidades, que incluye localmente a las dos grandes organizaciones sindicales, UGT y CCOO, decenas de miles de personas se movilizaban en manifestaciones de estudiantes, de bomberos o de simples ciudadanos indignados.
En Barcelona, la tensión era muy fuerte frente a la delegación del gobierno español, que asegura que está habiendo una “manipulación” de las masas.
Cientos de personas protestaban con banderas independentistas al grito de “¡Fuera las fuerzas de ocupación!” y “¡Las calles serán siempre nuestras!”.
El lugar estaba protegido por innumerables furgones de la Policía Nacional.
Un cordón de la policía catalana, los Mossos d’Esquadra, y otro de los bomberos les separaban de los manifestantes que de repente irrumpían en un silencio sepulcral alzando las manos abiertas sobre sus cabezas en señal de rendición.
A su paso, los automovilistas hacían sonar las bocinas, sacando puños en alto por las ventanillas de sus vehículos.
El lunes, unos 200 guardias civiles enviados en refuerzo a Cataluña tuvieron que abandonar el hotel donde se alojaban tras un tensa concentración nocturna frente al establecimiento, donde manifestantes les profirieron insultos y lanzaron botellas.
“Nada de esto hubiera sucedido si el gobierno (catalán) no se hubiera declarado en rebeldía contra la ley”, aseveró a la prensa el delegado del gobierno español en Cataluña, Enric Millo.