En 2005 y tras una ajustada victoria, Angela Merkel se convirtió en la primera mujer canciller en la historia de Alemania. Ahora, y tras 12 años en el poder, la líder alemana fue nuevamente reelegida para un cuarto mandato en las elecciones generales que se llevaron a cabo este domingo en el país europeo y gobernará hasta 2021.
Casi no había dudas. En los días previos a los comicios, Merkel -que no tiene hijos propios, pero que es llamada la “mutti” (madre) de Alemania-, todas las encuestas indicaban que sería reelecta por tercera vez tras una campaña que fue catalogada como “aburrida” “lánguida” e “insípida” por la prensa.
La líder alemana, que no dejó de hacer campaña hasta el final con su eslogan “Alemania, un país donde está bien vivir”, se impuso frente a su principal rival, el socialdemócrata Martin Schulz, en la carrera por el poder.
Según las proyecciones de la televisión alemana, la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y su socia bávara, la Unión Socialcristiana (CSU), obtuvieron un 33% de los sufragios. En segundo lugar se ubicó el Partido Socialdemócrata (SDP) de Schulz, que obtuvo un 21% de los votos, uno de sus peores resultados en unas elecciones generales. En el tercer lugar, y en un resultado que sorprendió al “establishment” alemán, se situó la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), con un 13%. A su vez, el Partido Liberal (FDP) obtuvo un 10%.
A pesar de su triunfo, la canciller se mostró decepcionada y reconoció que esto no era lo que buscaban. “Esperábamos un resultado ligeramente mejor”, dijo durante la jornada la líder alemana. “Hemos logrado el objetivo estratégico”, dijo, pero se se comprometió a “reconquistar” y a “escuchar” a los “preocupados y ansiosos” electores de la AfD.
Esto, porque si la proyección se mantiene, este sería uno de los peores resultados obtenido por Merkel y su coalición en una elección. En 2013 obtuvo un 41%, en 2009 un 33% y 2005 un 35% de los votos. Además, el bloque conservador que apoya a Merkel cayó a su nivel más bajo desde 1949, la primera vez que se celebraron elecciones nacionales en la Alemania de posguerra. Este domingo, Merkel indicó que su partido hará un “análisis comprensivo” de lo sucedido.
“Somos el partido más fuerte, tenemos el mandato de construir el próximo gobierno, y no puede haber un gobierno de coalición construido contra nosotros”, agregó Merkel.
Pero el golpe más duro se lo llevaron los socialdemócratas, quienes nunca en época de posguerra habían tenido un respaldo tan bajo en las urnas. En 2009 obtuvieron un 23% y en 2013 un 25%. Schulz dijo que era un “difícil y amargo día para la socialdemocracia”. Y descartó cualquier idea de formar gobierno junto a la coalición de Merkel. Señaló que su partido formaría parte de la “oposición” en el Parlamento.
El gran ganador de la noche fue la AfD. Los ultraderechistas celebraron que obtuvieron más del 5% que necesitaban para ingresar al Bundestag, la Cámara Baja. Ahora, se estima que tendrán entre 86 y 90 escaños de 598, siendo la primera vez que llegan al Parlamento desde la Segunda Guerra Mundial. “Lo hicimos, estamos en el Parlamento alemán, y ahora cambiaremos al país”, dijo uno de los líderes de la AfD, Alexander Gauland. “Vamos a expulsar a la señora Merkel. Vamos a recuperar nuestro país”, dijo.
En este escenario, la canciller tendrá que formar gobierno. Ya que Schulz descartó sumarse a una coalición y dijo que su partido se convertiría en la oposición principal, a Merkel le queda una opción: un tripartidismo. El único camino directo para que Merkel tenga mayoría en el Parlamento será unirse con FDP y con Los Verdes, lo que formaría una coalición que en Alemania se conoce como “Jamaica”, porque los colores de los conglomerados coinciden con la bandera del país caribeño. Según la agencia Reuters, tal acuerdo no ha sido puesto a prueba a nivel nacional y es considerado como inestable.
Sin embargo, según dice a La Tercera Jörn Fischer, investigador del Centro de Políticas Comparadas de la Universidad de Colonia, el nuevo Bundestag “es mucho más representativo que el anterior. Y la representación es una función elemental de cada democracia. Las instituciones políticas alemanas y la sociedad civil son lo suficientemente fuertes como para soportar un 13% de populistas de la derecha en el Bundestag”. Esto, porque son seis formaciones las que estarán en él y no cinco, como está conformado actualmente.
A pesar de que el resultado obtenido no era el esperado, Angela Merkel se consagra como una de las grandes sobrevivientes y líderes más fuertes del Viejo Continente y de Occidente.
En su propio país, se encamina a igualar el récord de su mentor, Helmut Kohl, quien estuvo 16 años en funciones (1982-1998). Es precisamente a Kohl a quien se le atribuye haber “descubierto” a Merkel mientras ella ejercía como viceportavoz del último gobierno de la extinta República Democrática Alemana (RDA).
Merkel nació en Hamburgo en 1954 con el nombre de Angela Dorotea Kasner. Hija de un pastor luterano, su apellido actual viene de su primer esposo, Ulrico, físico igual que ella. Ahora está casada con Joachim Saber, químico.
La canciller se crió bajo el régimen comunista de la RDA y fue después de la caída del muro de Berlín que comenzó su ascenso político. Kohl, quien apodaba a Merkel “la chica”, la convirtió en su ministra más joven durante la reunificación alemana, a pesar de la poca experiencia que tenía en ese entonces. Su carrera despegó con rapidez y en 1998 se convirtió en la secretaria general de la CDU.
El 22 de diciembre de 1999, sin embargo, su carrera política tuvo uno de un giro al romper públicamente su relación con Kohl tras una serie de escándalos por la financiación secreta del partido. Su imagen comenzó a ganar fuerza y en 2000 fue erigida como la primera líder femenina del partido.
Merkel tuvo que ganarse el aprecio del aliado de la CDU, la CSU, para llegar al poder en 2005. Desde entonces, la líder alemana ha logrado salir bien parada de dos de las crisis más agudas que han afectado a Europa en los últimos años.
Su primer mandato (2005-2009) se vio sacudido por la crisis económica de la euro zona, a la que Berlín respondió con una dura política de austeridad para evitar la quiebra de cualquier miembro del bloque.
Pero uno de los momentos más complejos para su carrera llegó en 2015, cuando una oleada de refugiados se dirigió al norte de Europa con el objetivo final de establecerse en Alemania. La canciller adoptó entonces una política de “brazos abiertos”, lo que le hizo perder mucha popularidad.