Por: Constanza Fernández Danceanu
Abogada y analista internacional
Directora de Ciencias Políticas y Administración Pública USS
Aunque no hay suficientes razones para iniciar un juicio político, sí hay motivos para preocuparse. La falta de prudencia con la que actuó Trump esta vez puso en peligro la seguridad nacional, y eso no lo olvidarán ni demócratas ni republicanos.
El Presidente Donald Trump lleva poco más de cuatro meses en la Casa Blanca. Sus grandes promesas de campaña aún no se cumplen. Muchas ni siquiera han comenzado a desarrollarse.
Reemplazar el Obamacare, construir un muro en la frontera con México (y hacer que sean sus vecinos los que paguen por él), prohibir la entrada al país a los musulmanes, deportar a los inmigrantes indocumentados, abandonar la Otan, reinstalar el uso del waterboarding como medio de tortura y juzgar a Hillary Clinton son algunos de los ofrecimientos que hizo para llegar a la presidencia y que hoy, desde su escritorio, parece entender que no podrá cumplir.
Lo que ha ocupado la mayor parte de su tiempo, sin embargo, ha sido la relación de su país con la Federación Rusa. Las posibles intervenciones de Vladimir Putin en la elección y los vínculos con el embajador de Rusia en Estados Unidos, Sergey Kislyak, se han mantenido como tema de la agenda del mandatario. Y han dado paso a escándalo tras escándalo.
La primera víctima en el equipo de Trump fue su asesor de seguridad, Michael Flynn, el que en febrero renunció a su cargo (luego de solo 24 días ejerciéndolo) justamente debido a los contactos que mantuvo con el embajador Kislyak días antes de que Trump asumiera la presidencia.
Luego de las intervenciones armadas de Estados Unidos en Siria y Afganistán se creó una distancia entre el país del norte y Rusia. Pero esto poco duró. El pasado 9 de mayo Trump decidió despedir al director del FBI, James Comey, invocando como razón que este había perdido la confianza de su equipo, lo que era sostenido por el Departamento de Justicia. Lo extraño es que aprovechó la carta de despido para agradecerle por las seguridades que le había entregado de no estar investigándolo por sus vínculos con Rusia.
El New York Times, a los pocos días, publicó que Trump había solicitado a Comey lealtad, pero que este solo le había ofrecido honestidad. También señaló que Trump le había pedido que “dejara pasar” el tema de sus nexos con Rusia.
Tanto demócratas como incluso algunos republicanos señalaron inmediatamente que esto era una obstrucción a la justicia y solicitaron un juicio político contra el Presidente. Lo que consiguieron fue que se nombrara a un investigador especial para este tema, el ex jefe del FBI, Robert Mueller, lo que fue calificado por Trump como “la mayor caza de brujas en la historia de EE.UU”.
Como si esto no fuera suficiente, solo unos días después, Trump se reunió con el canciller ruso, Sergei Lavrov, y con el embajador Kislyak y entregó información clasificada sobre el autodenominado Estado Islámico. Aunque en principio la Casa Blanca negó la filtración, Trump señaló por Twitter que tiene el derecho absoluto de compartir información con quien quiera.
Es de público conocimiento que Trump no es diplomático, de hecho, normalmente dice las cosas sin haber analizado las consecuencias. Pero esta vez fue muy lejos. Aunque no hay suficientes razones para iniciar un juicio político –al menos hasta ahora– sí hay motivos para que los estadounidenses estén preocupados. La falta de prudencia con la que actuó Trump esta vez puso en peligro la seguridad nacional, por lo que este escándalo no se le olvidará a nadie, ni a demócratas ni a republicanos. Con el Rusiagate Trump comenzó a cavar su propia tumba.
Gira internacional
Con este escenario doméstico Trump comenzó su primera gira internacional, la que no ha estado libre de polémicas. Comenzó en Arabia Saudita, donde anunció contratos por más de 380 billones de dólares, incluidos 110 billones en ventas de armas para hacer frente a Irán, operación opacada por el primer meme de la gira, una fotografía en la que Trump, el presidente egipcio al Sisi y el rey saudita Salman aparecen tocando una orbe resplandeciente, en la que parecen protagonizar una película de villanos.
La gira continuó en Israel y Palestina, donde Trump declaró que él siente que tiene la “oportunidad de traer seguridad, estabilidad y paz” a la Región. Esta no solo será otra promesa que se suma a su lista de ‘imposibles de cumplir’, sino que quedó inmediatamente olvidada, ya que lo que recordaremos es el desaire de la primera dama, Melania, que rechazó a Trump cuando este intentó tomar su mano, en un gesto captado por las cámaras.
Llegamos así a Roma, donde al bajar del Air Force One Melania volvió a rechazar la mano de su marido. Y para continuar con los memes, el Papa Francisco nos regaló una fotografía en la que, por primera vez en una aparición con un mandatario, luce serio y sombrío, lo que desató la imaginación de Internet.
Luego de la visita al Vaticano, Trump llegó a Bruselas, para asistir a la cumbre de la Otan. Por twitter el mandatario señaló sentirse “honrado de compartir con los miembros de una alianza que ha promovido la seguridad y la paz en todo el mundo”, la misma alianza que durante su campaña tildó de obsoleta. Allí aprovechó su discurso para señalar a los demás líderes que deben “cantidades masivas de dinero”, claramente sin haber entendido que las directrices de la OTAN solo alientan –sin obligar– a sus miembros a gastar el 2% del PIB de sus respectivos países en su propia defensa militar.
Lo que no hizo, y que usualmente hacen los presidentes de EE.UU, fue respaldar explícitamente el artículo 5, en el que se consagra el principio de la seguridad colectiva (un ataque a un Estado miembro se entiende como un ataque a todos, por lo que todos pueden responder), utilizándolo como presión para que los demás Estados aumenten sus gastos en defensa.
Pero la jornada no podía terminar sin otro momento para el recuerdo. Haciendo propio el eslogan “América primero”, al momento de la fotografía oficial Trump, con un empujón al Primer Ministro de Montenegro, logra ubicarse en la primera fila.
La gira termina en Sicilia, donde se realiza el encuentro del G7. Este grupo, integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido (además de representación política de la Unión Europea) se reúne para intercambiar ideas sobre los principales desafíos que enfrenta el mundo.
La agenda de esta versión está marcada por las diferentes posturas que los líderes tienen en temas como terrorismo, migración, cambio climático, política financiera, desequilibrios en el comercio internacional, la situación de Ucrania y las sanciones hacia Rusia.
De vuelta en casa
Mientras tanto la vida sigue en la Casa Blanca. El FBI anunció que está investigando a Jared Kushner por sus posibles conexiones con Rusia. Kushner no solo es yerno de Trump, sino que también es su consejero superior, por lo que de probarse su implicancia en el Rusiagate, sin duda esta afectará a Trump.
Pareciera que este relato resume los más de 120 días de Trump en el poder, pero no. Son solo las últimas dos semanas. Estados Unidos, prepárense, esto solo está empezando.