Hace cinco décadas se inauguraba el edificio actual de la Biblioteca Central de la Universidad de Concepción, parte fundamental del sistema vital de la casa de estudios. Hoy, que la UdeC celebra sus 103 años, cuatro especialistas conversan sobre la importancia de archivos y bibliotecas en nuestra sociedad y cómo se relacionan con la actualidad.
Así como Jorge Luis Borges imaginaba el paraíso como una biblioteca, ese espacio de libros reunidos atrae a muchos por su posibilidad no sólo de descubrir nuevos conocimientos, sino de además encontrarse con parte de nuestra memoria como humanidad. El sistema que conforman las bibliotecas, los archivos y la memoria resguardan la historia de nuestra sociedad y dejan huellas que permiten proyectarnos al porvenir.
El mismo Borges escribió: “Las bibliotecas son la memoria de la humanidad. Una memoria infame, ha dicho Shaw. Pero con ella erigiremos un porvenir que se parezca, siquiera un poco, a nuestra esperanza”.
Según Andrés Maximiliano Tello, la historia de los archivos y las bibliotecas está entrelazada desde las civilizaciones arcaicas, donde en muchos casos los primeros archivos funcionaron también como bibliotecas. “No es extraño encontrar luego depósitos documentales al interior de instituciones bibliotecarias”, sostiene el académico del Departamento de Género, Política y Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha.
Sociólogo y Doctor en Filosofía, Tello explica que, una diferencia tradicional entre ambos conceptos radica en que los archivos albergan registros originales de las diversas actividades de una institución o una persona, mientras que las colecciones de las bibliotecas no dependen necesariamente de la originalidad de sus ejemplares.
“Sin embargo, actualmente la noción de archivo resulta mucho más amplia y compleja que la de biblioteca si pensamos, por ejemplo, en los diferentes modos de almacenamiento de datos masivos que se llevan a cabo gracias a la digitalización acelerada de la vida cotidiana. De ahí que los archivos digitales del presente ya no remitan a la originalidad de sus documentos, mientras que sus modos de funcionamiento comienzan a depender principalmente de operaciones algorítmicas caracterizadas muchas veces por su opacidad”, dice.
Para la Dra. Laura Benedetti, las bibliotecas y los archivos son fundamentales para la memoria y la historia de una sociedad. “En estos encontramos nuestro pasado, el que es clave para comprender lo que somos y explicar el desarrollo de nuestra sociedad en distintos ámbitos”, sostiene la académica del departamento de Historia de la Universidad de Concepción.
Benedetti pone el ejemplo de la misma casa de estudios para señalar que “sus bibliotecas dan cuenta de la historia de esta institución y de la memoria de quienes han pasado por sus aulas, así como también de nuevos saberes y conocimientos. Los archivos que posee la misma UdeC -y que deben ser organizados a fin de preservarlos- permiten poner en valor y demostrar el fuerte vínculo la ciudad de Concepción y la provincia, no solo en términos académicos o de investigación, sino que también desde extensión, difusión y participación activa, por ejemplo, como es el caso del Hospital Clínico Regional”.
No solo los archivos institucionales son valiosos para la memoria y la historia, agrega la académica, sino que “los propios archivos comunitarios permiten la preservación del patrimonio y con ello de la memoria”.
Una cuestión de poder
Sin duda, como sostiene Mario Valdés, las bibliotecas son fundamentales para el trabajo intelectual que demanda una persona que requiere ser formada en una disciplina científica o en una actividad profesional. “Piénsese lo complejo que resultaría formar un profesional en cualquier ámbito sin la ayuda de las bibliotecas, acudiendo solamente a la oralidad”, señala.
El Doctor en Historia, académico del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción, valoran su labor de guardar y difundir libros y revistas donde se van insertando no solo los conocimientos producto de la investigación procedente de las más diversas ciencias, las artes y las especialidades técnicas. Ellas, dice, además custodian y ayudan a difundir las diversas creaciones humanas desde el ámbito literario hasta los escritos provenientes de las distintas sensibilidades religiosas.
Pero, va más allá. Recuerda que una biblioteca, además, recibe, custodia y facilita la lectura de los periódicos y revistas de formación de opinión pública o revistas políticas. Los diarios, dice, contienen el pulso cotidiano de la vida de una sociedad en un país, región o ciudad, y todo ello va conformado un segmento de la memoria de una sociedad.
“La diversidad ideológica, política, cultural, religiosa, valórica, económica, social, deportiva y un largo etcétera se hacen presentes en las distintas revistas políticas, disciplinares, culturales, entre otras, que custodian y facilitan para su consulta las bibliotecas. De forma tal que prensa y revistas conforman un cuerpo documental y/o un conjunto de fuentes de información que el/la estudioso/a de la Historia tiene el deber de consultar para reunir elementos de juicio que le permitan ir respondiendo a preguntas acerca de la historia de una sociedad, una ciudad, un movimiento artístico o cualquier otro aspecto de la vida humana que haya dejado huellas o consecuencias importantes en nuestro propio desenvolvimiento”, sostiene Valdés.
Para Tello, ello implica una noción política, una cuestión de poder asociado a los archivos. “Históricamente, el surgimiento de los archivos es indisociable de la aparición de los Estados, tanto antiguos como modernos. Por lo tanto, es posible afirmar que no hay poder político sin un poder sobre el archivo, que no es solo un poder sobre los depósitos sino también sobre los principios de jerarquización, clasificación y administración de los registros sociales más diversos”.
A su vez, agrega, “todo archivo esta atravesado por un poder arcóntico, es decir, por diversos mecanismos de selectividad, interpretación, reserva o eliminación de los documentos”.
En ese sentido, asegura que la apertura de los archivos parece un signo indiscutible de los procesos de democratización modernos, pues “en el acceso a los archivos se juega la cuestión pública en diferentes sentidos, como el acceso a la información, la transparencia, la promoción del conocimiento, etc. No obstante, si bien los actuales sistemas democráticos tienden a garantizar el acceso a los archivos públicos, se aprecia también una tendencia contraria a la privatización del conocimiento y la información por parte de agentes empresariales de distinto tipo, como las grandes compañías de High Tech (META, Google, etc)”.
Biblioteca de estante abierto
Desde su visión de historiador Valdés señala que la indagación y el estudio de la historia de la región y de la nuestra ciudad no puede abordarse sin la ayuda de la biblioteca. “La consulta del saber que custodia no solo está presente en la prensa y la diversidad de revistas científicas, de opinión, sino también en la estadística que han compilado los censos de la república o que le han hecho llegar instituciones tales como el Banco Central o en las memorias impresas de empresas públicas y privadas”.
Siendo algo poco usual en una biblioteca, el académico señala que, en la Biblioteca Central de la Universidad de Concepción, específicamente en Sala Chile, existen algunos archivos de correspondencia, como el del general Cornelio Saavedra, en donde es posible seguir sus actividades militares, políticas y empresariales en diversas partes de la Araucanía, promediando el siglo XIX.
“También se puede encontrar parte de los libros manuscritos de la Beneficencia Pública de Concepción de la misma centuria, o documentación varia de los años veinte a cuarenta del siglo pasado referidos a la vida de la Universidad de Concepción, documentación que no se encuentra en el Archivo General de la institución universitaria”.
Recientemente se conmemoraron los 50 años de apertura del edificio que alberga la Biblioteca de la Universidad de Concepción, y que lleva el nombre del abogado Luis David Cruz Ocampo, quien fue parte del Comité Pro-Universidad, Secretario General, impulsor y primer director de la Biblioteca.
Su actual directora, Karen Jara, señala que el concepto principal que hay detrás de la creación de esta institución universitaria fue la opción de “biblioteca de estante abierto”, en la que los lectores pudiesen tener libre acceso a las estanterías. “Eso, en los años 70, era un concepto que no se encontraba instalado en la cultura universitaria, lo que trajo consigo diferentes ajustes al proyecto, con una gestión bibliotecaria basada fundamentalmente en el asistencialismo”, sostiene la bibliotecóloga y magister en Educación.
Sobre cómo la Biblioteca se instala en el actual paradigma universitario, señala que hoy, sin duda, “estamos enfrentando una lucha entre un concepto tradicional de biblioteca dirigido a las colecciones y un concepto emergente más centrado en el aprendizaje, los servicios y los usuarios que dejan de lado el asistencialismo y pasan a ser usuarios autónomos por medio del cambio de paradigma del bibliotecólogo donde resulta indispensable el aprendizaje digital y la innovación en bibliotecas”.
Benedetti no ve la tecnología como una amenaza, sino más bien una nueva forma de acceder a la información. “Creo que la clave está en incorporar esa tecnología a los archivos y bibliotecas, como ha quedado demostrado en la digitalización de las Memorias Universitarias y otros fondos disponibles en Sala Chile. La incorporación de la tecnología fue vital para poder continuar accediendo a los recursos bibliográficos durante la pandemia. Sin embargo, aún queda mucho por avanzar”.
Promesa de futuro
A diferencia de la memoria, el archivo no remite al pasado. Entonces, ¿hacia dónde se proyecta?
Según Tello, el archivo no puede identificarse con lo pretérito, “pues concierne, ante todo, al mañana, ya que es solo en el porvenir donde, quizás, sabremos lo que las huellas registradas en el archivo habrán querido decir. Como señalara el filósofo Jacques Derrida, no hay un concepto archivable del archivo, pues el archivo mismo es irreductible, en tanto aquello que el archivo resguarda no puede ser identificado o clasificado de una vez por todas”.
En ese sentido, sostiene que siempre puede abrirse a nuevas lecturas y usos, y que todo archivo alberga entonces una herencia desconocida, una promesa de futuro.
Paradójicamente, señala, “el procesamiento algorítmico de los nuevos archivos de datos masivos que permite la personalización de perfiles de usuarios y la generación de sistemas de recomendación en diversas plataformas, apunta hacia una dirección contraria, pues busca predecir o anticipar las conductas futuras de las personas y con ello tiende a limitar las posibilidades del porvenir”.
50 años de la Biblioteca
Luis David Cruz Ocampo
Para Valdés, la Biblioteca Central UdeC constituye hoy para la Universidad de Concepción y sus usuarios/as una puerta de entrada adicional al mundo informático, donde es posible encontrar libros y revistas académicas, prensa y piezas audiovisuales (cine, documentales, etc.) de libre disposición que, pueden contribuir a la consulta tanto del conocimiento acumulado como de nuevos saberes provenientes de las ciencias formales y factuales, además de creaciones provenientes de las artes. No solo mantiene colecciones de libros, revistas y diarios en papel, aclara.
“Vinculada a la arquitectura que contiene la Biblioteca Luis David Cruz Ocampo, debemos decir que hoy es posible buscar presencialmente libros en su área de circulación; es también posible acudir en persona a consultar la hemeroteca donde se custodian periódicos, revistas y series estadísticas. En los últimos años –previo a la pandemia- se han habilitado espacios para consultar información de bibliotecas y archivos mediante la red Internet, de forma que nos encontramos frente a una biblioteca que se desenvuelve con eficiencia en una época donde la instantaneidad de la transmisión de la información es una característica imposible de soslayar”, sostiene el historiador.
El histórico edificio diseñado por los arquitectos Emilio Duhart y Roberto Goycoolea, es un símbolo para la Universidad de Concepción, pero con un crecimiento que se corresponde con un sistema de bibliotecas y colecciones ubicadas en los campus Concepción, Chillán y Los Ángeles.
La arquitectura, dice su directora, logra dialogar con sus nuevos servicios, ya que sus cambios estructurales se reducen a la mínima intervención, evitando los procedimientos invasivos, la transformación (falsos históricos) y la eliminación de materiales constitutivos originales de la obra.
“Por ello, las adaptaciones que se han realizado dicen relación con la modernización de los servicios, por ejemplo: colecciones electrónicas, apoyo a la docencia y la investigación, ciencia abierta, competencias informacionales, transformación de espacios flexibles que se adapten a las nuevas necesidades y a los nuevos conceptos de aprendizaje respetando la concepción histórica del edificio”, señala.
En cuanto a su funcionamiento, Jara explica que las bibliotecas universitarias del CRUCH utilizan como lineamientos los Estándares para Bibliotecas Universitarias Chilenas: Principios Fundamentales versión 2020: “una guía que permite perfilar el rol que las bibliotecas académicas debemos cumplir para contribuir a la misión de la universidad, y su articulación en los procesos de enseñanza, aprendizaje, investigación, publicación y vinculación con el medio, en un entorno global y digital altamente dinámico, y en un entorno social y económico altamente exigente”.
Con relación a los archivos, menciona la necesidad de asegurar el acceso a las colecciones patrimoniales, de manera de preservar la memoria intelectual de la institución. El desafío, dice, es “ser capaces de distinguir entre la gestión de libros y la de archivos, ya que ambas gestiones son diferentes y en cada una de ellas se aplican técnicas de catalogación, curatoría y descripciones distintas”.