Humanidades

Julio Vásquez Cortés y su contribución al arte chileno

La Generación del Trece es uno de los grupos de artistas plásticos más reconocidos de la historia del arte nacional y en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción tiene su mayor representación, sobre 400 cuadros, gracias a la labor visionaria de Julio Vásquez Cortés, un coleccionista atípico, del cual pocos antecedentes se tienen. El Dr. en Historia del Arte, Pedro Zamorano, lamenta ese silencio historiográfico y señala que su figura debe ser valorada por la contribución que hizo al arte nacional al conformar esta importantísima colección.

Por: Diario Concepción 24 de Abril 2022
Fotografía: Cedida

Pese a haber recibido una serie de nombres más o menos inspirados: Generación del Trece, Generación del Centenario o Heroica capitanía de pintores, entre los más recordados, lo cierto es que este grupo de artistas debe gran parte de su reconocimiento como cohorte a Julio Vásquez Cortés, un “coleccionista anómalo” -como lo llama Pedro Zamorano Pérez- que reunió una de las más importantes colecciones de obras de estos artistas.

No obstante, el nombre de Vásquez Cortés está ausente de la historiografía del arte nacional. En esta ciudad se le reconoce por ser la Pinacoteca de la Universidad de Concepción la depositaria de su colección de la Generación del Trece, la más grande de Chile, que reúne más de 400 obras de este grupo de pintores que tiene su marco histórico en la celebración del primer Centenario de la Independencia nacional y coparticipa de un paisaje cultural común. Pero, dice Zamorano, “llama la atención la ausencia de Julio Vásquez Cortés en la historiografía artística nacional. De él se mencionan solo escasos datos, entre ellos su condición de calígrafo del Ministerio de Relaciones Exteriores, su vinculación con el pintor Exequiel Plaza y el antecedente de haber coleccionado obras de la generación de pintores de 1913”.

Pedro Zamorano: “Julio Vásquez Cortés representa, por varias razones, la figura de un coleccionista completamente atípico respecto del paradigma con el que se suele caracterizar a este tipo de personaje y oficio. Su figura debe ser valorada por la contribución que hizo al arte chileno al conformar esta importantísima colección”.

Dr. en Historia del Arte, investigador y director del Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad de Talca, Zamorano es autor -junto a Rodrigo Gutiérrez Viñuales, Catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Granada- del libro “La morada de la luz. Julio Vásquez Cortés, historia de un coleccionista anómalo”, publicado por Editorial UdeC en su serie Paseante, y que será presentado en mayo, durante el aniversario de la Universidad de Concepción.
En el libro se recogen algunos aspectos biográficos de Vásquez Cortés, y parte de los itinerarios de la colección Generación del Trece que hoy alberga la Pinacoteca universitaria. Gran parte de la información recogida en el texto se relaciona con la relación epistolar que mantuvo el coleccionista con el crítico español Antonio Romera, y que permite acercarse a otra dimensión del personaje, sus nexos e inquietudes intelectuales.

Artistas sin mercado

Según Zamorano, hubo dos hechos capitales que marcaron el nacimiento histórico de la Generación del Trece: la existencia de la colección de Julio Vásquez Cortés y la exposición organizada por el Instituto de Extensión de Artes Plásticas de la Universidad de Chile, entre el 17 de junio y el 6 de julio de 1946, bajo el título “Exposición de pintores chilenos del tiempo de Fernando Álvarez de Sotomayor a base de la Colección de Don Julio Vásquez Cortés”.
“Hubo dos textos en el catálogo de la muestra: uno de Pablo Neruda y el otro de Carlos Isamitt, los que estaban asociados a dos conferencias. Es ahí donde se comienza a modelar el mito sobre estos artistas. Isamitt habló de `Los pintores que comenzaron su figuración alrededor de 1913´, y Neruda tituló su conferencia como `Heroica capitanía de pintores´”, sostiene Zamorano.

El investigador se acercó a este tema durante el desarrollo de su tesis doctoral sobre Fernando Álvarez de Sotomayor, pintor español llegado a Chile en 1908 y quien tuvo un impacto importante en la formación de estos pintores.
“A través de este personaje llegué a los pintores del 13. Me di cuenta de que la atención que este grupo despertaba en los historiadores, más que provenir de una investigación, lo hacía a partir de un cierto mito que se construye en un momento particular que fue la exposición de 1946 en la Universidad de Chile. Los discursos de Isamitt y, principalmente de Neruda, le otorgan a este grupo un cierto perfil épico, particular. Con ello se empieza a construir, en torno a esta generación, toda una especie de leyenda”, señala.

La base de esa exposición de 1946 fue la colección de Vásquez Cortés, y su importancia es que marca un registro de estos artistas para la historiografía del arte chileno, comenzando a escribirse sobre ellos como un grupo especial.
Hay varias claves que definen a este grupo, dice Zamorano. Primero está su vínculo con Álvarez Sotomayor, a quien todos consideran su maestro. También, dice, hay una especie de sensibilidad por lo hispano, la que se comienza a manifestar, principalmente, en textos y discursos.

“Otro elemento importante es la marginalidad de los artistas respecto de la línea oficial de la Escuela Bellas Artes. Ellos, los del 13, son de un origen, de una procedencia, bastante distinta a lo que era habitual en los alumnos de la escuela. Son de sectores campesinos, rurales, más bien artistas pobres”, señala.

Sus énfasis temáticos sintonizados con su procedencia social; su estilo de vida un poco al margen de la oficialidad; su vida bohemia, etc., provoca que estos artistas generen una sensibilidad y un discurso estético en sintonía más con lo popular y campesino que con los formatos oficiales de la Escuela. Esta particularidad hace que no tengan mucho mercado respecto a la venta sus obras, o que se transara a precios insignificantes; por ello, estos artistas se vieron afectados por la marginación y las privaciones.

En ese escenario surge la figura de Julio Vásquez Cortés, cuñado de Exequiel Plaza, uno de los artistas más relevantes o influyentes del grupo. Se produce una cercanía entre ellos y en la misma correspondencia que el coleccionista mantiene con Romera, se puede leer que le cuenta cómo convive con estos artistas, cómo se ha connaturalizado con ellos. Es así como las obras de estos pintores, sin un mercado donde comercializarse, se encuentran con una persona con sensibilidad por el arte a la que, además, le gusta coleccionar.

Contribución al arte chileno

Ahí llega la calificación de “coleccionista anómalo”, que le confiere Zamorano.

“Es un funcionario público, de la honorable clase media chilena. Un calígrafo del Ministerio de Relaciones Exteriores, un señor que le escribía las cartas a los presidentes. Lo llamativo es cómo este señor, con un sueldo de un funcionario público, va comprando una colección de pintura, cuando los otros coleccionistas que conocemos son personas de capital monetario y de capital social. Son personas de la elite criolla local. Personas que administran el poder en Chile”, dice el investigador.

El coleccionismo de arte es una actividad extremadamente onerosa, razón por la cual los coleccionistas deben tener recursos suficientes. “Julio Vásquez Cortés no obedece a ese perfil. Él logro reunir la colección muchas veces postergando cuestiones personales. Vivía de un sueldo que le alcanzaba para sufragar los gastos de una familia normal. Sin embargo, con esfuerzo y por conocer a esos artistas, logró conformar esa gran colección”, explica Zamorano.

Sin duda, sostiene, detrás del coleccionista hubo sensibilidad y conocimientos, que le permitieron reunir estas obras con una mirada de integración y “en plena conciencia de estar en este afán construyendo un capítulo de la pintura nacional”.

A juicio de Zamorano, Vásquez Cortés representa, por varias razones, la figura de un coleccionista completamente atípico respecto del paradigma con el que se suele caracterizar a este tipo de personaje y oficio. En una nota de prensa de 1954, él mismo sostiene: “Si bien es cierto que yo no disponía de fortuna, pude, mediante algún esfuerzo, con mi modesto sueldo de funcionario, adquirir algunas de sus obras. Recuerdo que muchas veces, entre comprarme un terno o un cuadro, debí decidir por lo último”.

Por ello, Zamorano señala que su figura debe ser valorada por la contribución que hizo al arte chileno al conformar esta importantísima colección. “Los pintores de 1913 constituyen uno de los grupos más importantes en la historia de la pintura chilena. Vásquez Cortés fue cercano a ellos, se connaturalizó con su experiencia de vida y esta cercanía propició que fuera adquiriendo muchas obras de ellos hasta conformar una gran colección. Su accionar como coleccionista permitió que esta obra no se desperdigara y pudiera llegar, como conjunto, a la Universidad de Concepción”, asegura.

La morada de la luz

Ya mayor, Vásquez Cortés quiso poner sus preciadas pinturas a disposición de una institución que las preservara y mantuviera íntegra la colección. El primer intento lo hizo con la Universidad de Chile. Incluso en el libro mencionado se muestra un recorte de prensa que habla de las tratativas que se hacen con esa casa de estudios, lo que tenía sentido, debido a su vínculo con la Escuela de Bellas Artes y a su discurso público en materia cultural.
No obstante, ello no se pudo concretar. Hay información, no confirmada, de que también tuvo conversaciones para que la colección llegara a la Universidad Austral, en Valdivia, lo que tampoco prosperó.

En la Universidad de Concepción, la presencia del Rector David Stitchkin fue fundamental para la adquisición íntegra de la colección, lo que potenció la creación de la Pinacoteca Universitaria. A cambio, Vásquez Cortés recibió una pensión vitalicia.

Si bien en las comunicaciones epistolares que mantenía con Romera el coleccionista señala su nostalgia por haber entregado las obras, nunca se arrepintió de ello, como puede leerse en este fragmento de una de sus cartas: “La casa que un poeta llamara `morada de la luz´, está ahora llena de sombras de lienzos: apenas se divisa una tela inconclusa o una paleta inerte. Creo haber hecho lo que debía al deshacerme de la colección, la que hoy miro a la distancia como a la National Gallery”.

Se manifiesta convencido de que tomó la decisión correcta porque mantuvo la integridad de la colección, dice Zamorano. “Eso conecta con una lógica historiográfica. Si no es por esta colección, probablemente estos artistas habrían sumado a la historia de la pintura chilena, pero solo con algunos datos aislados de cada uno de ellos de manera individual. Pero, se han tratado como grupo, con características comunes, porque la colección que formó Julio Vásquez Cortés ha sido la base de referencia para la historia del arte nacional”.

Parte de su familia

-¿Qué tan consciente del valor de la colección estaba Julio Vásquez Cortés?

-Yo creo que tuvo para él un valor más emocional que material. Su acción de coleccionismo fue también un acto de solidaridad con este grupo de pintores a quienes veía como sus amigos. Las obras, en este sentido, fueron testimonio de una vida compartida en camaradería y amistad. Creo sí que don Julio tuvo plena conciencia del valor artístico y cultural del patrimonio que había formado y por ello quiso que este conjunto de obras se mantuviera y no se diseminara.

-¿Qué tan visionario fue David Stitchkin como para adquirir esta colección, pese a las condiciones de Vásquez Cortés de mantenerla unida y otorgarle un estipendio vitalicio?

-El rector Stitchkin fue tremendamente visionario al lograr conseguir para la Universidad esta colección. Hay pocos antecedentes en Chile de rectores que se hayan jugado de manera tan significativa por temas artísticos. Seguramente el Rector, muy consciente del hecho de que la cultura en Chile está tremendamente centralizada en el país, quiso levantar un proyecto cultural en la ciudad bajo el alero universitario. Tole Peralta fue un actor decisivo en esta iniciativa, por cuanto aportó el conocimiento artístico al proyecto.

-En lo anecdótico Julio Vásquez Cortés es uno de los personajes más retratados de esa época, no sólo él, también su familia. ¿Qué valor tienen esas obras y a qué se debe esa profusión de retratos?

-Como el mercado artístico para estos pintores era más bien esquivo, don Julio aparece como el comprador casi exclusivo de estas pinturas. En este contexto, con seguridad, hizo muchos encargos de retratos a estos pintores, quienes eran como parte de su familia.

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