El pulso de la poesía actual
13 de Marzo 2022 | Publicado por: Ximena Cortés Oñate
Este 21 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Poesía. Cuatros especialistas y poetas reflexionan sobre el papel que esta juega en la sociedad, su estado actual, y cómo se ve tensionada por otras manifestaciones expresivas. Al otro extremo de los discursos de poder está la poesía con sus contradicciones, sus metáforas y su cuota impalpable de realidad, dice una de ellas.
Hablar de poesía, para muchos, remite a voces circunspectas recitando rítmicamente frases líricas de rima perfecta, letanías quizás, un misterio de sentimientos dibujados en columnas de palabras.
Palabras de rumbo incierto, claro está, porque la poesía puede conducir por rutas inesperadas, con un orden sintáctico alterado, reiteraciones hasta el exceso o juegos oblicuos de significados.
La poesía tiene mucho que ver con la incertidumbre, las transformaciones, el caos, la dispersión, sostiene la poeta Damsi Figueroa. “La podemos comprender como una dispersión vital de la voz humana, (dispersión entendida como amplificación sin límites), nos lleva a no sabemos dónde, hasta que terminamos el poema. Esa sorpresa, que puede ser entendida o no como revelación, es lo que nos mueve a creer en la fluencia de la vida misma, en su expansión más allá de cualquier tipo de prefiguración”.
Especialista en poesía mapuche actual y directora artística en Amukan editorial, Figueroa señala que, si es preciso crear una sociedad nueva, la poesía, como práctica de una conciencia transformadora, abierta, es muy necesaria. “Para crear hay que tener mucho valor, enfrentar esos materiales ciegos que son la belleza y el terror que llevamos dentro para sacarlos fuera con la forma de un poema”, dice.
Para Felipe Cussen, hoy se vive un momento muy interesante y complejo: “lo que hemos entendido tradicionalmente por poesía (un texto breve, de contenido más bien emotivo, escrito en verso, publicado en un libro en papel) se ve tensionado por otras manifestaciones, procedimientos y soportes que pueden ocupar ese lugar: un rap, una performance, un graffiti, una escritura hecha a partir de textos ajenos recogidos desde internet, son posibilidades que se superponen (y no anulan) a la tradición de la poesía”.
Doctor en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra y profesor titular del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, Cussen es, además, coautor de “¿Quién le teme a la poesía?”. Para él, en Chile existe una paradoja: “se reconoce con orgullo la poesía como una especie de `producto de exportación´, e incluso pareciera haber una valoración social a la tarea de quienes la escriben pero, al mismo tiempo, el apoyo real a las tareas de escritura, traducción, edición y difusión de poesía es escaso. Preferiría que se hablara menos, que se citaran menos versos en los discursos, pero que se hiciera más”.
Urgencia social
Según Biviana Hernández, el momento actual de la poesía chilena es particularmente rico en diversidad de propuestas creativas, registros y posturas enunciativas.
“Con el `estallido social´ hubo una agudización del vínculo escritura/realidad que, hasta cierto punto, ha decantado en la práctica de una poesía `desapropiada y comunalitaria´ –términos de Rivera Garza–, cuya principal característica es su dimensión colectiva. Pienso, por ejemplo, en obras de autoría plural como `Arde´, `(Re)reconstitución poética´ o `De manifiesto´, donde la palabra poética entró en alianza –y `contagio´– con otras expresiones artísticas (fotografía, música, performance) para darle agencia a un sujeto colectivo de enunciación que buscaba, en el clamor de la protesta pública, intervenir sobre lo común”, dice la docente e investigadora en el Departamento de Español de la Universidad de Concepción.
En ese mismo camino destaca el canto tribal de LasTesis: “Un violador en tu camino”, que “desde su retórica intertextual e intermedial, invitó a leerse como un texto de protesta y un poema-reescritura de ciertos emblemas o símbolos del poder y la institucionalidad en Chile”.
Investigadora del proyecto Fondecyt “Formas de reescritura en la poesía chilena y peruana contemporánea”, Hernández se refiere además a otras escrituras públicas, de autoría individual, que participaron de ese “espíritu comunal”. Entre ellas, menciona “Admapu constituyente”, de David Aniñir; “Plaza de la dignidad”, de Carmen Berenguer; las “Décimas del estallido”, de Nano Stern, o el libro-objeto “Un oasis en el desierto”, de Pablo Lacroix.
“Más allá de su valor estético, que siempre es una cuestión compleja de definir o consensuar, en estas obras veo el testimonio de la urgencia social, la necesidad de dar cuenta del presente crítico y en crisis que animó el pulso de una escritura ciudadana. Y eso, creo, es un valor que hay que reconocer o, al menos considerar, cuando se intenta describir o caracterizar el estado actual de la poesía chilena”, dice.
Por su parte, la poeta Marina Arrate agrega a estas características otro fenómeno visible y actual: la difusión de la poesía por la vía tecnológica. “Abundan las lecturas por zoom, los encuentros poéticos, los homenajes, los festivales, las conmemoraciones. En ese sentido, todos los resortes tecnológicos están operando a favor de la difusión de la poesía”, sostiene.
Sin embargo, confiesa no poder concluir cómo este fenómeno afecta o afectará la producción misma de la escritura de poesía. “El cambio en el formato -la pantalla versus el libro- tendrá sus consecuencias”, dice la magister en Literaturas Hispánicas y sicóloga clínica.
A ello agrega la irrupción de las comunicaciones por la web: el fenómeno de la pandemia. “Durante dos años -y no sabemos si esta peste ha terminado aún- hemos estado confinados, y eso produjo y estimuló los encuentros por zoom. ¡Fabuloso! Esto operó a favor de la poesía, qué duda cabe. Aún para quienes, como yo, aún resiente el paso de la lectura en la página del libro, a la escucha del poema en la pantalla”. Pese a ello, dice no tener la certeza de si la lectura de la poesía creció más allá del “guetto de lxs poetas”. “Lo que sí es cierto, es que hoy es infinitamente más fácil escuchar, conocer y leer poesía de otros países y de otros tiempos”.
Desestabilización de los límites
De acuerdo a Hernández, la diversidad de la poesía contemporánea tiene que ver no solo con un énfasis ético-político que recupera, en mayor o menor medida, la dimensión arte/vida de las vanguardias históricas, sino también con una heterogeneidad de formatos y registros que acentúan, radicalizándolo en algunos casos, el énfasis rupturista e innovador de aquellas.
“Me refiero a un trabajo con y sobre el lenguaje que, a la vez que interroga sus posibilidades de expresión, hace de él un objeto de reflexión, crítica y (auto)análisis –lo que, de un modo laxo, podría nombrarse como la cualidad metapoética de la poesía chilena–. Este es uno de los planteamientos que deslizo en mi libro `Levantisca & Liberesca. Lecturas sobre poesía (1981-2014)´ para leer en clave epocal, y desde una perspectiva intergeneracional/transnacional, la poesía latinoamericana de los últimos 40 años”, señala la académica.
A su juicio, esa pluralidad/diversidad de registros y formatos ha vuelto borrosa, inestable, la distinción clásica de los grandes géneros literarios. “En poesía, hoy, es difícil determinar con criterios únicos y/o unificadores qué es un poema y qué no, en la medida en que sus fronteras –epistemológicas, disciplinarias– se han expandido hacia otras expresiones artísticas, lenguajes y saberes. Poema/acción de arte, poema/performance, poema/documental, son algunas de las posibilidades que nos ofrece este fenómeno de `expansión´ y hasta `inespecificidad´ del objeto poético para pensar la actualidad y vigencia del arte de la palabra en los tiempos que corren”, dice Hernández.
Entonces, ¿cómo la poesía se vincula con otras corrientes expresivas? De muchas maneras; dice Cussen: “la poesía está muy vinculada a la música, pero también a las artes visuales y, por supuesto, a otras formas literarias como la narrativa o el ensayo. Me gusta que sea así, soy totalmente contrario a la idea de la poesía como una especie de estado mágico o superior, distinto a otras formas de lenguaje”.
De hecho, Arrate menciona al mismo Cussen y a Martín Gubbins al referirse a nuevos desarrollos expresivos, en este caso de música electrónica y poesía. Pero no son los únicos. “Últimamente hemos visto proyecciones de versos en edificios y calles y pavimentos al estilo de `Delight Lab´, una conexión de la poesía con la intervención urbana, una performance. Y, por otra parte, hace muchísimo tiempo que se musicalizan poemas, se dramatizan, se danzan, se pintan”, dice.
Se habla de una desestabilización en los límites adscritos a los géneros literarios, sostiene la poeta para quien hay mezclas, yuxtaposiciones, combinaciones más que interesantes cuando se logra una feliz solución. “Pienso en el reciente libro de Cecilia Rubio, `Esta rosa o el nadador´, que mezcla prosa lírica, autobiografía o autoficción, ensayo, reflexiones, poesía propiamente tal, o poesía a la vieja usanza. Un precioso libro, que recomiendo con fuerza”, señala.
No obstante, Cussen lamenta que aún sigan vigentes ciertas separaciones convencionales entre géneros literarios o modalidades creativas. Quizá, dice, es porque “para muchas personas es más cómodo no tener que cuestionarse si un texto forma parte de un género u otro. Pero, en términos históricos, me parece un gran error, pues los géneros han ido variando mucho a lo largo de los siglos, y corresponden más bien a convenciones que van cristalizando en ciertos momentos y luego van mutando. Lo que hoy entenderíamos por narrativa, por ejemplo, en la Edad Media o el Renacimiento se escribía en verso rimado, y también podríamos pensar que en mucha narrativa vanguardista hay momentos más cercanos a la lírica”.
O creamos o nos destruimos
Las sociedades se enfrentan hoy a una necesidad de fortalecer la visión de libertad y autonomía de acción y pensamiento, valorar de verdad la vitalidad creativa de las personas y los pueblos. Así lo piensa Figueroa para quien, aunque esto ha sido siempre así, ahora cobra una emergencia absoluta. “O creamos o nos destruimos. No se trata ya solo de deconstruir, invertir o criticar los paradigmas, sino de colocar en pleno ejercicio nuestra conciencia creadora”, sostiene la poeta.
A su juicio, la poesía es mucho más que la última utopía. “Puede que sea el único camino. Arriesgar la imaginación, no el capital ni la vida, la imaginación. Para entender la verdadera dimensión de lo que se expone aquí es muy importante eximir de superioridad emocional y moral al discurso poético. Eximirlo de autoritarismo es fundamental. El dinamismo interno de la poesía la exime de este autoritarismo, la libera de servir a los poderes. Al otro extremo de los discursos de poder está la poesía con sus contradicciones, sus metáforas y su cuota impalpable de realidad. `El único poder que quiero es poder limpiarme el poto hasta que me muera´, nos dice Verónica Quense”.
De acuerdo a Cussen, existiría una gran dispersión de tendencias en la poesía que se escribe actualmente; tanto a nivel de búsquedas más experimentales, como de la necesidad por incluir una serie de aspectos identitarios o culturales que hasta ahora no habían sido representados.
Algo similar opina Arrate para quien, claramente, la escritura de poesía no ceja. “Existe, además, una proliferación de formas poéticas que provienen de distintas tradiciones, y nuevos sujetos productores que ingresan al campo literario y lo enriquecen”.
Menciona así la poesía escrita por mujeres “que ya se erigió desde la década de los ochenta con una fuerza incuestionable y que ha continuado su deriva hasta hoy con un caudal irrefrenable. Pienso en la poesía mapuche, con grandes exponentes. Pienso en la poesía gay, en la poesía lésbica, y siguen apareciendo nuevas voces distintas al canon ortodoxo”. Todo este paisaje diverso y rico, dice, complejiza el campo literario y, de algún modo, lo democratiza.
“He mencionado a Cecilia Rubio, a Cussen y Gubbins ligados a la poesía electrónica. Aprecio mucho la poesía de Huenún, y la de mis correligionarias de la generación del ochenta: Elvira Hernández, Eugenia Brito, Soledad Fariña, Carmen Berenguer. En general, me he ido inclinando por la poesía escrita por mujeres. Me gusta la poesía de Damsi Figueroa, la de Malú Urriola, la de Natalia Figueroa, de Verónica Jiménez, de Angélica Panes. En fin, nombro y sin duda olvido nombres. Y, a propósito, aprovecho el espacio para contar que está a punto de lanzarse la segunda edición corregida y aumentada de la `Antología de poesía escrita por Mujeres´, de Eugenia Brito, s. XX y comienzos del s. XXI. Un trabajo muy acucioso, bien realizado, y muy interesante”, destaca Arrate.
Por su parte, Figueroa menciona como imprescindible la literatura mapuche actual: Maribel Mora Curriao, Yenny Díaz Wentén, Ivonne Coñuecar, Graciela Huinao, Daniela Catrileo, María Isabel Lara Millapán. También destaca la poesía de Rosabetty Muñoz, Verónica Zondek, Elvira Hernández y Soledad Fariña, estas últimas mencionadas ya por Arrate. “Desde nuestra región cobran importancia las poéticas del humor, el despliegue de la auto ironía en la poesía de Alexis Figueroa, por ejemplo; la poética del viaje interior en Alejandra Ziebrecht; la reinvención de un lenguaje literario que pueda hablar del erotismo lésbico, en la poesía de Amanda Varín; entre otras y otros autores regionales”, sostiene.
Cussen, en tanto, aunque señala que son muchos/as los/las poetas que podría recomendar, prefiere que los/las lectores hagan su búsqueda de manera propia. Para ello propone la lectura y revisión de numerosas revistas y sitios web disponibles, como “La palabra quebrada”, “Odradek”, “Origami”, “Loqueleímos”, “Jampster”, “El circo en llamas”, “Oropel”, etc.
”Un buen punto de partida es el excelente archivo online Escritores y poetas en español (http://letras.mysite.com), a cargo del generoso e incombustible Luis Martínez Solorza, así como Memoria chilena, que incluye una gran cantidad de libros de poesía en PDF”, señala.
Hernández dice reconocer, en el escenario actual, algunas tendencias que, con sus sellos particulares y sus desarrollos propios, mantienen “cierto diálogo con la tradición de las vanguardias, la poesía conversacional –y sus variantes regionales: antipoesía, coloquialismo, exteriorismo–, el neobarroco, la poesía concreta brasileña o el arte conceptual”.
Entre ellas, menciona una poética del territorio y los afectos; “otra del cuerpo, el género, la sexualidad; otra más activista y micropolítica que opera en distintos frentes de acción social (el feminismo, sin duda, es uno de los más prominentes en este ámbito); otra de factura intimista y auto(alter)ficcional que indaga en los espacios de la casa, la infancia o la familia; y otra de corte documental o de archivo que trabaja a partir de documentos o materialidades de diverso tipo”.
Esta última, sostiene, es una de las tendencias que más ha llamado su atención “por su apuesta formal, sistemática y rigurosa, en su intento por dialogar con la tradición de la poesía chilena/universal y con el concepto mismo de género literario, además de interpelar a otras dimensiones de sentido que resultan fundamentales para la trama discursiva del texto (lo histórico, lo nacional/posnacional, la memoria, la migración, la identidad”).
En ese contexto menciona poetas como Carlos Soto Román, Jaime Pinos, Andrés Urzúa de la Sotta, Verónica Jiménez, Alejandra del Río, Pablo Paredes o Morales Monterríos, quienes, dice, “son algunos de los que forman parte de este ecosistema poético plural de la poesía chilena reciente”.
Otras voces, emergentes o en vías de consolidación, que también podrían integrar ese repertorio, según la académica, son las de Priscila Cajales, Florencia Smiths, Gladys González, Daniela Escobar, Natalia Figueroa, Roxana Miranda, Daniela Catrileo, Angélica Panes, Greta Montero o Mariana Camelio, entre otras. “Percibo en ellas una exploración y cuestionamiento solvente del régimen patriarcal/neoliberal y del capitalismo artístico –el mercado de la sensibilidad, según Lipovetzky y Serroy– que modela y modula la experiencia estética del presente”.
Pero, a la luz de lo que ocurre hoy, ¿es válida una poesía al margen de la actualidad? Mientras Arrate sostiene que “toda poesía es válida, lo que sucede es que es imposible”, Cussen cree que este tipo de poesía “sí es válida en la medida en que cualquier poesía, incluso la que más intente alejarse de su época, necesariamente mostrará las huellas del lenguaje y del contexto de su época. Y nuestra tarea como lectores/as implica, entre otras cosas, tratar de descifrar esas huellas”.
LIBROS RECOMENDADOS
-¿Quién le teme a la poesía?, Felipe Cussen et al. Editorial Laurel, 2019.
-Abismo y silencio. Escritos al margen sobre literatura, Claudio Guerrero. 2022.
-Valparaíso y sus metáforas. Poesía en posdictadura, Jorge Polanco. 2021.
-Inscripción de la deriva. Ensayos sobre poesía chilena contemporánea, Ismael Gavilán. 2016.
-Una intimidad inofensiva: los que escriben con lo que hay, Tamara Kamenszain. 2016.
-Caligrafía tonal: ensayos sobre poesía, Ana Porrúa. 2011.