Artes populares versus bellas artes. Una reflexión desde las humanidades
13 de Junio 2021 | Publicado por: Diario Concepción
En el último tiempo pareciera existir una división entre bellas artes, a la que se le atribuye intelecto e imaginación, y artesanía o artes populares, relegadas a los dominios de la técnica y la utilidad. ¿Existe actualmente esa escisión? Cuatro especialistas dan una mirada desde diferentes perspectivas.
Por Ximena Cortés Oñate
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La tradición parece habernos provisto de una concepción del arte nacida del siglo XVIII, que sitúa a las artes populares en el ámbito del utilitarismo y el entretenimiento, al contrario de las bellas artes dirigidas al goce estético del intelecto y sentido refinado.
Ese desprecio por lo popular se ha ido revirtiendo con la revaloración actual de estas prácticas y la comprensión de que las artes visuales trascienden lo estético, para situarse en un discurso abierto a los fenómenos sociales y al territorio.
“Pensar la división o, más bien, una clasificación de lo que actualmente podemos entender por artes (en general) tiene un origen en la definición de las Bellas Artes realizado en el siglo XVIII por el francés Charles Batteux en su libro Les Beaux-Arts réduits à un même principe (1746). Esta misma ordena desde un punto de vista de las ideas (belleza) excluyendo otro tipo de manifestaciones de la creación artística: la danza, la escultura, la música, la pintura y la poesía”, explica el historiador del arte Javier Ramírez.
A juicio del Director del Magister de Arte y Patrimonio y docente del departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción, esto “marcará la forma en que se enseñará (didáctica) lo que hoy denominamos Artes Visuales (sólo pintura y escultura) en las Academias del siglo XIX, incluyendo las Latinoamericanas”.
Ramírez agrega que “La irrupción de las vanguardias artísticas europeas y latinoamericanas enfrentará a esa tradición a una nueva forma de las artes, no basada en discursos con finalidades estéticas o filosóficas; por ejemplo, la valorización del `arte popular´, cuestión que podemos identificar desde el Muralismo Mexicano”.
La artista visual Natascha de Cortillas va más allá y señala que la separación de las artes y la artesanía en el campo estético obedece a ciertas categorías ajenas a la perspectiva latinoamericana. “Yo creo que es importante situarse en este lugar para poder ejercer una discusión válida. Porque ir al siglo XVII y al ejercicio de la modernidad como categoría que lee estos dos espacios disonantemente no es quizá la mejor manera de relacionarse con ello”, sostiene.
Para la académica del departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción es desde esta perspectiva latinoamericanista donde se debería, finalmente, pensar la cultura popular, la elaboración de procesos culturales, la artesanía o cualquier otro campo. “Son conceptualizaciones que se traslapan en sentidos”, señala.
La antropóloga Noelia Carrasco, por su parte, señala que las artes populares han podido adquirir un lugar cada vez más preponderante en la escena artística de una sociedad, “dado que se ha producido un escenario político y económico global que ha puesto una nueva mirada sobre las culturas tradicionales en general”.
Académica del Departamento de Historia y directora del Programa de Investigación Cidesal UdeC, Carrasco agrega que “todos los discursos y normativas asociadas al patrimonio han permitido que se mire ahora con otros ojos a la producción artística y cultural propia de las localidades”.
Debido a esto, dice, hoy se ha visibilizado y existe un interés amplio sobre las artes populares. “Corren tiempos donde estas son concebidas como recursos para el desarrollo de las localidades, a través de su puesta en valor. Es decir, artes que congreguen, que acerquen a la historia, que permitan a las personas evocar memorias y sentidos de pertenencia”, sostiene.
Saber preindustrial
Tanto en la actualidad como en la historia en general las artes juegan un papel central en la vida social. Para Carrasco, en las llamadas artes populares eso es más evidente: “porque provienen desde el interior de los mundos locales y, por tanto, son artes que involucran lo vivido por las comunidades y lo traducen en expresiones estéticas, colectivas, propias”.
Por lo mismo, dice, estas son especialmente valoradas y se reivindica hoy en muchos lugares su recuperación. “Se trata de expresiones artísticas que refuerzan los vínculos entre las personas y sus territorios, sus espacios de vida social y natural. En este sentido las artes populares son bienes comunes que hoy condensan diversos valores”, sostiene la antropóloga.
Para el historiador Fernando Venegas, falta reflexión sobre el papel de las artes populares en la sociedad actual. “El concepto de arte popular se ha definido de muchas formas. Principalmente, se entiende el arte popular como el arte del pueblo, que representa la cultura del pueblo. En este caso, la idea de pueblo está planteada en relación a que expresa lo genuino, lo que lo vincularía con la cultura tradicional o de raíz étnica”, señala.
A juicio de Venegas, director del Departamento de Historia y del Programa de Doctorado en Historia de la Universidad de Concepción, en el actual contexto de globalización se está produciendo a escala industrial, desde hace ya mucho tiempo, lo que antes se había manufacturado artesanalmente. Ello, sostiene, tensiona lo que entendemos por arte popular.
“Es lo que pasa en una feria artesanal. Si lo pensamos desde un punto de vista social, lo que se está exhibiendo allí es una manifestación de la cultura popular, pero si nos preguntamos por lo genuino de lo que estamos viendo es muy difícil de determinar”, dice Venegas.
Ahora bien, agrega, “si consideramos el arte popular como lo masivo, lo que es visualizado o consumido, pienso particularmente en el trabajo de los artesanos. Creo que la sociedad le da un valor importante, principalmente si entra en las lógicas del mercado o si está relacionado con la religiosidad popular. En este último caso, el arte se aprecia en las vestimentas, en las décimas que cantan los alféreces si se trata de cofradías de bailes chinos, en cómo se decoran los espacios públicos”.
Pese a que hoy el arte popular tiende a confundirse con un objeto de souvenir, Ramírez señala que, desde el punto de vista de la historiografía del arte, las denominadas “artes populares” tuvieron una primera presencia y valorización en un contexto post romántico europeo de una sociedad industrializada.
“En nuestro caso, como bien planteó el fundador y primer director del Museo de Arte Popular Americano, Tomás Lago, en su libro `Arte chileno Popular´ (1971), se trata de un saber que proviene de una sociedad preindustrial. No obstante, en la década de los 60 del siglo XX, comenzó a tener connotaciones ideológicas, producto del contexto de la Guerra Fría que afectó a la historia reciente latinoamericana”, señala.
Venegas, en tanto, percibe que hubo un tiempo en que el arte popular fue más local. Pero, en tanto los espacios se van a abriendo debido a la apertura de las vías de comunicación a la modernización de los medios de transporte, dice, las artes populares van deslocalizándose y siendo cada vez más masivas.
La circulación, agrega, está relacionada también con la globalización que según el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein comienza en el siglo XVI. “Gastón Soublette ha venido reflexionando sobre los refranes, expresión de la cultura del Chile profundo, pero también, como elementos demostrativos de la cultura hispanocriolla y católica”, dice.
En el siglo XIX, sostiene el historiador, los referentes culturales fueron Francia en la moda y cultura e Inglaterra en la política; y, en el siglo XX, viene la influencia de Estados Unidos, especialmente después de la Primera Guerra Mundial. “Es importante cómo, a través de la radio y la televisión, la cultura comienza a ser `de masas´. Ahora bien, a partir del romanticismo, en el siglo XIX se va a generar una valoración creciente de la cultura popular. En el caso de Chile, uno puede ver una trayectoria que es un correlato de lo que estaba ocurriendo en la sociedad. Durante el siglo XX se fue ampliando la participación política y los gobiernos fueron reflejando cada vez más ese ensanchamiento, cuya máxima expresión se alcanzó en la Unidad Popular, en el gobierno de Salvador Allende”, señala.
En tanto lo popular se va visibilizando, dice Venegas, ello también “se va a ir recogiendo en la escena artística, cuestión que se refleja, por ejemplo, en el teatro, que en la década de 1950 va a exponer problemáticas populares; en la antipoesía de Nicanor Parra, en la divulgación del folclor que hizo Violeta Parra y Margot Loyola, por dar algunos ejemplos”.
Cultura y territorio
De Cortillas insiste en una mirada latinoamericana al proceso de construcción del arte popular. “Son capas culturales que van sumando y enriqueciendo esta conceptualización. A diferencia de esa separación que segrega, que separa, que jerarquiza modos y modelos de comprender las prácticas del hacer cultural como dos cosas diametralmente opuestas, la cultura popular se piensa y entiende en estas capas de memoria, de historia, que se van superponiendo en sentidos”, señala la artista visual.
Ahí, sostiene, aparece una posición política. “En el proyecto latinoamericano, que lo piensa desde una agenda política, donde hay posibilidades de que todos aquellos sectores y esas escenas que funcionan fuera o son alternas a esas grandes estéticas, finalmente estén incluidas y tengan ese espacio y esa visibilidad”, dice.
A su juicio, esta aclaración es importante, porque “separar a priori no obedece más que a un modelo de pensar estratificadamente la construcción de la cultura. Eso, sin duda, ha ido en perjuicio de las propias construcciones culturales. Hoy hay una revaloración de estas prácticas, porque hay un conocimiento y una vuelta a comprender la producción cultural como la producción de los territorios”.
En el rescate de esa mirada, de Cortillas sostiene que todo lo que tenga que ver con las prácticas culturales asociadas a la construcción de cultura en un territorio, va adquiriendo una nueva dimensión. “Esto, incluso, podríamos hoy sumarlo al proceso constituyente. Estamos todos pensando una nueva Constitución y deberíamos considerar una cultura que se construye desde sus bases, de su territorio y de todas las personas”.
Ramírez coincide con ella y señala que la escisión entre lo popular y lo tradicional en la Historia del Arte no viene al caso. Más bien, sostiene, “es un problema que encontramos hace poco, no más allá de tres siglos. En Chile, como en Latinoamérica, hemos visto que durante el siglo XX, incluso en estas primeras décadas del siglo XXI, ha existido un cambio en cómo las manifestaciones artísticas han trabajado desde fuera de la `norma´ (discurso, institucionalidad, etc.) y se han situado en `otros lugares´”.
A su juicio, lo que hoy definimos como artes visuales no “opera” sólo desde lo que le es propio, su mismo campo, como ya lo indicó Néstor García Canclini en la década de 1980. “Por lo tanto, más que una reconciliación entre arte popular y arte tradicional, se trata de abrir paso a comprender que las artes visuales van más allá de un discurso estético (filosófico) y se plantea desde los mismos fenómenos sociales, ya sean populares, materiales, políticos, etc”, asevera.
Para Carrasco, en tanto, lo popular es al mismo tiempo tradicional, dado que es propio de una población, que le ha heredado y reproducido de generación en generación. “Las artes populares pueden también considerarse como expresiones tradicionales de comunidades o territorios. En ellas se expresa una profunda integración entre criterios prácticos y estéticos, que resuenan a las personas de acuerdo a los colores, olores, sabores, sonidos, paisajes u otros concebidos como bellos y preciados”, señala.
Por ello, agrega la antropóloga, en ambos casos son artes. “Porque resultan de una producción intencionada de aglutinar sentidos y comunicar en un lenguaje particular, como puede ser la danza, la poesía, el canto, y son populares no porque sean de una clase social en particular, sino porque resuenan especialmente en la población propia de un lugar”, dice Carrasco.
Al respecto, de Cortillas complementa: “ese es un ejercicio súper interesante para pensar la cultura y para pensar la construcción de estas sociedades, reconocer los territorios y cómo estas prácticas artísticas, estéticas, y políticas conforman, en sus concepciones más amplias, estos ejercicios visuales que van dotando de sentido, conocimiento y saberes en este levantamiento social”.
A juicio de la artista visual, esto ha permitido mirar la historia, sus memorias y sus identidades constantemente desde un presente. “Estas prácticas culturales, en estas capas de memoria, están siempre presentes, siempre están, siempre son. Ello nos permite articular estas relaciones históricas con las construcciones actuales, con la contemporaneidad, en la construcción de estos nuevos relatos y ensayos visuales. Entonces, todo se transforma en una línea de tiempo que, al mismo tiempo, es capaz de contextualizar el estado del hoy. Y eso se puede ver en la manera en que las artes visuales hoy encarnan procesos de orden antropológico o lecturas de este pasado totalmente vigentes y contingentes”, concluye.
Libros recomendados
Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Néstor García Canclini. Grijalbo, México, 1990.
-Mito del arte y el mito del pueblo: Cuestiones sobre el arte popular, Ticio Escobar. Metales Pesados, 2008.
-El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global, George Yudice. Gedisa Editorial, 2002.
-La cultura popular en la Europa moderna, Peter Burcke. Madrid, Alianza editorial, 2014.
-Será hasta la vuelta de año: bailes chinos, festividades y religiosidad popular en el Norte Chico, Rafael Contreras Mühlenbrock y Daniel González Hernández. Edición Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile, Santiago, 2014.
-Artesanos, Artistas, Artífices, Eduardo Castillo. Ocho Libros Editores, 2010.