Tanto por la forma en que se originan, como por la relación que se establece entre una lengua dominante y otra de menor prestigio, en los primeros estudios, las lenguas criollas fueron definidas, peyorativamente, como degeneraciones, desviaciones o dialectos de una lengua estándar, usualmente europea, como el inglés, el francés, el español o el portugués, lo cual no tiene mayor sustento.
Entre los años 2015 y 2018, la inmigración haitiana aumentó de manera considerable en Chile. En efecto, de acuerdo con los datos del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), en 2016 fueron entregadas más de tres mil visas de permanencia definitiva y más de veinte mil permisos de residencia temporal a inmigrantes haitianos.
Esta población habla una lengua criolla, originada a partir del contacto entre diversas lenguas africanas y el francés. Para el Dr. Gastón Salamanca, lingüista y docente del Departamento de Español de la Universidad de Concepción, “desde el punto de vista de la lingüística, en general, el estudio de estas lenguas resulta de particular interés, entre otras razones, porque las lenguas criollas pueden aportar evidencias a la hipótesis de que nuestra facultad del lenguaje es innata, lo que es un debate siempre actual en nuestra disciplina”. Pero, también, a juicio del académico, “dado que hasta el momento no existían lenguas criollas en nuestro país, su estudio para los lingüistas chilenos constituye un desafío inédito”.
Con respecto a las lenguas criollas, la doctoranda en lingüística por la Universidad de Concepción, Ana Saldivia, señala que estas se gestan a partir de los llamados pidgins y sobre estos especifica que “la literatura especializada coincide en que los pidgins corresponden a creaciones lingüísticas que se producen debido al contacto de lenguas”. Concretamente, explica la académica, “un pidgin nace a partir de una necesidad de comunicarse entre dos grupos que no comparten una misma lengua. Surgen en situaciones de contacto producidas por desplazamientos masivos de personas, como ocurrió, por ejemplo, con la llegada de africanos a América o en situaciones de frontera o inmigración. Ahora, cuando este pidgin se estabiliza, al punto de que en una comunidad de habla hay quienes la adquieren como su lengua materna, hablamos de una lengua criolla”.
Con respecto a las actitudes hacia las lenguas criollas, Saldivia señala que “Tanto por la forma en que se originan, como por la relación que se establece entre una lengua dominante y otra de menor prestigio, los primeros estudios las definieron, peyorativamente, como degeneraciones, desviaciones o dialectos de una lengua estándar, usualmente europea, como el inglés, el francés, el español o el portugués, lo cual no tiene mayor sustento”. Ella comprueba que, lamentablemente, aunque estas apreciaciones han sido rebatidas por la lingüística, todavía circulan en algunos ámbitos. En este contexto, Salamanca complementa lo anterior indicando que al igual como lo declaró en un reportaje anterior, respecto de lenguas originarias de Chile, las lenguas criollas son también sistemas lingüísticos propiamente tales. Siguiendo al etnolingüista Adalberto Salas, en cuanto a sus principios de funcionamiento, Salamanca precisa que “las lenguas son esencialmente idénticas y superficialmente diferentes, es decir, no hay diferencias sustantivas entre las lenguas de un grupo humano que vive en la selva y otro que fabrica computadoras”.
En relación con el criollo haitiano (llamado kreyol por sus hablantes), específicamente, es importante destacar que es la lengua oficial de la República de Haití, al igual que el francés. Con respecto a su valoración, esta no es muy distinta de las lenguas criollas en general, pues, tal como señala Salamanca, “habitualmente se le considera una forma simplificada o distorsionada del francés. Sin embargo, hay consenso en la literatura especializada en que se trata de dos lenguas diferentes con sus estructuras propias”. En este mismo contexto, Saldivia hace notar que, “de acuerdo con la literatura especializada, el prestigio del criollo ha aumentado en los últimos años, llegando incluso a ser usado en publicaciones políticas y en discursos presidenciales”.
Con respecto al estudio del criollo haitiano desde Concepción, con una perspectiva lingüística, la Dra. (c) Saldivia centró su investigación de tesis de magíster en los sonidos utilizados por 6 hablantes de criollo haitiano residentes en Concepción. “Dentro de los hallazgos, está la oposición funcional entre algunos sonidos vocálicos nasales y otros no nasales, y entre algunos sonidos vocálicos abiertos y otros cerrados (como una “e” y una “o” abiertas, versus una “e” y “o” cerradas). Estas oposiciones no se presentan en español y constituyen todo un desafío para los hispanohablantes que quieren aprender criollo haitiano; de hecho, lo fueron para mí y mi profesor guía (sonríe). En todo caso, nuestros colaboradores tenían también sus propios desafíos, pues para ellos era complejo distinguir, por ejemplo, entre “hola” y “hora”, pues en su sistema fonológico “l” y “r” se comportan como una sola unidad funcional. Este, por supuesto, es sólo uno de los hallazgos de ese estudio”, explica la investigadora.
Precisamente, a partir de las interrogantes enfrentadas durante su tesis de magíster, la Dra. (c) Saldivia aborda una investigación en curso poniendo “en foco los segmentos fónicos problemáticos, algunos de los cuales han sido objeto de controversia de la criollística en general”. Para ello, ha considerado una población más amplia (30 colaboradores) y la elicitación de una lista léxica diseñada ad hoc. Destaca que un aspecto en el que pondrá especial atención es en la llamada ‘variante afrancesada’, que emergió como una forma particular de hablar el criollo y que parece gozar de mayor prestigio en la comunidad. Ahora, la Dra. (c) Saldivia enfatiza, también, que en esta nueva incursión investigativa se incluirá como un foco prominente el aspecto sociolingüístico. Para ello, precisa que junto al Dr. Salamanca han elaborado “un cuestionario sociolingüístico que no sólo incluye tópicos como las actitudes de los hablantes hacia el criollo, el francés y el español, sino que también se incorporan ámbitos psicosociales tales como la discriminación, la evaluación de su estadía en Chile, etcétera”.
La Dra. (c) Saldivia señala que, si bien su trabajo con el criollo haitiano desde la perspectiva de la lingüística descriptiva puede considerarse pionero en Concepción, se debe relevar también el aporte que desde esta misma perspectiva, y desde la lingüística aplicada, se está realizando en otros lugares del país, tal como lo muestran, por ejemplo, otras publicaciones recientes incluidas como lecturas complementarias en este reportaje.
Desde agosto de 2019, hasta agosto de 2020, Ebens Jean-Louis, inmigrante haitiano, con formación universitaria en su país, y hablante de criollo, francés y español, tuvo la oportunidad de dictar la asignatura “Introducción a la cultura y a la lengua criollo haitiano”, en la Universidad de Concepción. Ebens evalúa esta experiencia de una manera muy positiva tanto para él como para sus estudiantes. “En esta asignatura, yo tenía estudiantes de diferentes carreras. Por ejemplo, de Medicina, Astronomía, Ingeniería, Pedagogía. Incluso asistió a mi clase un docente de la Universidad. El interés de los estudiantes por tomar el curso se puede ver en que en el segundo semestre de 2019 cerré la asignatura con 21 alumnos y el primer semestre de 2020, con 46 alumnos”. Junto con enfatizar que “fue una gran experiencia”, reflexiona que “si una lengua representa una herramienta fundamental para la interacción social, creo que la enseñanza de mi lengua y la del español es crucial”.
En cuanto a los contenidos que impartía en el curso, Ebens precisa que “enseñaba nociones básicas, pero prácticas, como saludar en criollo haitiano, presentarse de manera formal e informal, utilizar los números, etcétera; al pasar estos contenidos, incluíamos también pronunciación, vocabulario y gramática. Además, los estudiantes conocieron el alfabeto del criollo haitiano. Sobre nuestra cultura, vimos nociones sobre la comida, el baile típico de Haití, los días de celebraciones, etcétera. Por último, les enseñaba algunas nociones geográficas como dónde se sitúa Haití, cuál es la superficie del país, su capital, su clima, etcétera. También conversábamos sobre temas de la contingencia de mi país”.
Sobre las formas didácticas y de evaluación utilizadas en el curso, Ebens señala que “trataba de hacer participar a todos los estudiantes y que trabajaran en grupos. Al comienzo de cada clase hacía un repaso e iba preguntándoles a los estudiantes sobre lo que habíamos visto en la clase anterior. Dos evaluaciones que motivaron mucho a los estudiantes fueron los trabajos de investigación sobre aspectos de la cultura haitiana y los videos breves donde debían crear situaciones y hablar en criollo haitiano. Hubo unos trabajos muy buenos”.
Teniendo siempre presente que la opinión de Ebens no necesariamente representa a la comunidad haitiana en su conjunto, se le solicitó una reflexión en torno a (1) la actitud de los chilenos cuando él no hablaba bien el español, (2) si le gustaba vivir en Chile, y (3) si había sufrido episodios de discriminación.
Con respecto al primer punto, señala que “la actitud de algunos era diferentes de otros. Los amigos y amigas me ayudaron a perfeccionarme y me invitaron a diferentes talleres de español, tales como el grupo GAM (Grupo de Acogida a Migrantes) y la fundación Unihbi (Unión de Haitianos del Biobío). Fueron los desconocidos los que a veces se burlaron cuando no hablaba o no entendía bien el español”.
Pese a ello, categórico señala que “sí, me gusta vivir en Chile”. “Antes de venir, vivía en Haití con mis padres. Estudiaba idiomas extranjeros en la Universidad Estatal de Haití. Pero no estaba conforme con mi vida, debido a la situación socio-económica de mi país. Quería trabajar al mismo tiempo que estudiaba, pero no podía, puesto que había mucho desempleo. Finalmente, decidí venir a Chile el día 28 de enero de 2018. Es una fecha muy importante en mi vida. Ese día decidí dejar todo para empezar de nuevo. Y mis sueños se están cumpliendo. Yo estoy trabajando; el próximo año quiero empezar a estudiar, si me sale la permanencia definitiva. En Chile, tengo muy buenos amigos”.
Al hablar respecto a si ha sufrido discriminación en Chile, su respuesta llama a una profunda reflexión: “Cada vez que me hacen esta pregunta, empiezo a contestar también con una pregunta: ¿existe un país en el mundo donde no haya discriminación? La respuesta es no. Quiero que se erradiquen los prejuicios y la discriminación por todas partes del mundo. En mi manera de ver las cosas, la gente que sufre de discriminación tiene que saber que la víctima de la discriminación no es ella. En realidad, la gente que discrimina necesita ayuda socio-psicológica. Necesita reeducarse para saber que se debe tratar de manera igual a todos los seres humanos, independiente de su raza, nacionalidad y color. En mis actividades diarias, he encontrado de repente gente con actitud muy discriminatoria; pero eso no me causó mucho sufrimiento. He mirado a esas personas con ganas de educarlas”.
La presencia de migrantes haitianos en Concepción no sólo se hizo visible, sino también audible, y quienes lograban sobreponerse a los prejuicios e intentaban entablar un diálogo se topaban, a menudo, con el obstáculo del idioma. En efecto, tal como señala Diego Ávila, traductor inglés-francés-español, “el obstáculo lingüístico no tardó en hacerse notar, pues afectaba planos tan variados como el laboral, el sanitario, el burocrático, pero también, el afectivo y el cotidiano. Esta problemática pronto se transformó en una urgencia que, ante el silencio estatal, comenzó a ser atendida por agentes de la sociedad civil partícipes de organizaciones emergentes”. En este contexto, es que nace GAM.
En su calidad de integrante que participó activamente en la génesis e implementación de este colectivo, Ávila puntualiza que GAM estuvo conformado por voluntarios, en su mayoría, estudiantes universitarios. “Durante el período 2017-2019, gestamos un taller de enseñanza del español, cuyo objetivo principal era facilitar herramientas lingüísticas para que la comunidad migrante pudiera desenvolverse autónomamente en situaciones comunicacionales básicas. Sin embargo, a poco de haber iniciado, nos dimos cuenta de que la clase de español no podía llevarse a cabo sin abordar el aspecto cultural de la sociedad chilena; era necesario entender lo lingüístico como una manifestación cultural. Observamos, también, que el aprendizaje no sería unidireccional, ya que, del mismo modo en que los estudiantes querían aprender español, asimismo manifestaban interés por dar a conocer los aspectos de su cultura”.
En este sentido, recuerda cómo recurrían “a la creatividad y a todos los medios posibles para comunicarnos: gestos, imágenes, traductores en línea, etc. Pero esta dificultad no hacía más que exaltar la emoción cada vez que lográbamos comunicar lo que cada parte quería compartir. Entonces, cuando pudimos escuchar, tuvimos acceso al fascinante mundo cultural de Haití: al ritmo del criollo haitiano, aprendimos de sus comidas, de su música, de su geografía, de sus religiones, de su historia, de sus luchas, de sus derrotas y de sus triunfos. Aprendimos que Haití era mucho más que ‘el país más pobre de América’”.
En este relato, dedica un punto especial a la enseñanza del español: “A medida que avanzaba el curso, llegamos a la conclusión de que, pese a todo el material didáctico que habíamos conseguido, era mucho más pertinente detenerse a explicar el significado de palabras de uso diario y coloquial como “bacán”, “hueón”, o expresiones como “altiro” o “sí po”, que pasar toda una clase enseñando las conjugaciones de los verbos o las partes de una oración”.
Sus palabras finales pueden considerarse tanto una reflexión, como un emplazamiento, reconociendo que, “de pronto, empezamos a aprender sobre nosotros mismos, pues, al interactuar con la comunidad haitiana, tomamos consciencia de nuestra propia forma de expresarnos y, por consiguiente, de nuestra propia cultura. Lamentablemente, también tuvimos acceso a una visión más interna del racismo que se vive en nuestra sociedad, pues nos contaban, por experiencia propia, de las discriminaciones que sufrían en el día a día, tanto por su color de piel, como por su idioma o sus competencias lingüísticas, por lo que, si bien es cierto que el aprendizaje del español es una primera necesidad para la comunidad haitiana, también es cierto que, si aspiramos a construir una sociedad intercultural, es necesario que aprendamos a escuchar lo que esta comunidad tiene que decirnos a través de su lengua”.
Lecturas recomendadas
Campos, J. (2019). Estudiantado haitiano en Chile: aproximaciones a los procesos de integración lingüística en el aula. Revista Educación, 43(1), 1-18.
Huinca, N., Llanquimán, E., Orellana, D. y Román, D. (2018). Dificultades fonéticas de los haitianos que aprenden español en Chile. El caso de los sonidos róticos. XXVI JJI (Jornadas de jóvenes investigadores AUGM), Universidad de Cuyo.
Sumonte, V. (2018). Cultura y lengua en la adquisición de segundas lenguas en contexto migratorio: El caso del criollo haitiano. Tesis de doctorado. Universidad Católica del Maule.