El 24 de enero de 2020 se festejó, por primera vez, el Día Mundial de la Cultura Africana y los Afrodescendientes, impulsado por Unesco. Con especialistas de diversas disciplinas, abordamos aquí la importancia de la presencia afrodescendiente en nuestra sociedad.
Ximena Cortés Oñate
Se ha determinado, de forma concluyente, que en la composición genética de los chilenos existe una heterogeneidad. Estudios científicos, encabezados por el Premio Nacional de Ciencias Naturales, Francisco Rothhammer, han establecido que los chilenos tenemos casi un 4% de genes africanos.
De tal manera, así como es innegable que los indicios de las huellas africanas permanecen en nuestra materia genética, también son parte de nuestras costumbres y cultura. Eso es más visible en la zona Norte del país, aunque no deja de reflejarse en otras partes de Chile.
Si volvemos al tema genético, el mestizaje es un proceso positivo ya que contribuye a mejorar la calidad del patrimonio biológico de una población. Es decir, mientras más variabilidad genética haya en una población, mejor preparada se encuentra para adaptarse a cambios o presiones
medioambientales de cualquier tipo y, por tanto, de sobrevivir.
Así lo explica el Dr. Juan Francisco Gavilán, quien agrega que “la variabilidad genética es la materia prima por la cual las diversas poblaciones de una especie se adaptan a cambios en su medio ambiente. La posibilidad de nuevas variaciones genéticas surge en las poblaciones a partir de las mutaciones espontáneas de un gen o por inmigración de individuos de poblaciones distintas genéticamente”.
Gavilán, académico del Departamento de Biología Celular de la Universidad de Concepción, señala que, básicamente, la teoría de la evolución explicada a través del desarrollo de la genética, nos muestra que “en una población que habita determinado territorio, las proporciones de los alelos de los genes que determinan características adaptativas cambiarán con el tiempo, de acuerdo a la acción del ambiente actuando en contra o a favor de dichas características. Para que esto ocurra se hace necesaria la variabilidad genética en la población”.
En esa acción del ambiente, se encontraría, entre otros elementos, la incorporación de nueva información genética que va variando y enriqueciéndose con el tiempo.
El 24 de enero de 2020 se festejó, por primera vez, el Día Mundial de la Cultura Africana y los Afrodescendientes, impulsado por Unesco. Esta fecha tiene como objetivo celebrar la riqueza, cultura, costumbres, ritmos, arte y creencias de ese continente.
En el caso de nuestro país, y tal vez para la sorpresa de muchos, los africanos esclavizados son una parte constante de nuestra historia. Sus huellas, sostiene Celia Cussen, han quedado en el ADN de la gran mayoría de los chilenos.
“Acompañaron a Pedro de Valdivia en su entrada en Chile, y luego fueron importados para trabajar en las minas del Norte Chico, las haciendas cercanas a Santiago y los talleres de la ciudad.
Además, muchas mujeres esclavizadas sirvieron a las familias acomodadas y llegaron a formar parte de las dotes de las jóvenes cuando se casaban”, señala. Cussen es profesora de historia de la Universidad de Chile y su nombre figura en múltiples publicaciones, entre ellas el libro `Huellas de África en América: perspectivas para Chile´ y `El ADN de los chilenos y sus orígenes genéticos´ , donde participa con el capítulo inicial. A su juicio, “aquí no se daba la esclavitud de plantación, porque este clima no era apto para el cultivo de los productos tropicales como el azúcar, pero tuvieron un rol muy importante en la economía y la sociedad hasta el siglo XIX”.
Es la trata transatlántica, la que explicaría la presencia africana en toda Iberoamérica. Según el
investigador del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), Luis Campos, “a partir del S. XVI, en Europa se creó un patrón de explotación económica que se sustentó en supuestas diferenciaciones raciales para promover la esclavitud y el traslado forzoso de millones de personas, la mayor parte proveniente del continente africano. En el caso de Chile, los afros comienzan a llegar junto a los primeros españoles, si bien su mayor presencia se verá registrada en la actual zona norte del país, territorios peruanos hasta fines del S. XIX”.
De acuerdo al investigador, esa concentración en la región de Arica se debe a la necesidad de de obra vinculada a la explotación de la mina de plata de Potosí. “Su presencia será primero en calidad de esclavos. No obstante, su participación en la construcción de la sociedad regional va a estar siempre presente. A mediados del S. XIX, con la abolición de la esclavitud, muchos de ellos se convertirán en propietarios de sus tierras y otros se quedarán viviendo en la ciudad de Arica. Hacia el interior, sus espacios de ocupación tradicionales serán los valles de Lluta, Camarones y principalmente el Valle de Azapa, quizás el más importante enclave actual de los afrodescendientes chilenos”, señala Campos quien es, además, director de Investigación y Posgrados de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Desde Arica, Marta Salgado, sostiene que existen diferentes motivos que han conducido a la “invisibilización” de la presencia africana en nuestro país, lo que ha derivado en la negación histórica del aporte de los afrodescendientes en la conformación de la nación chilena. Salgado es afrodescendiente y presidenta de la Organización No Gubernamental de Desarrollo Oro Negro, de afrodescendientes chilenos. Para ella, las diferencias raciales o sociales, el temor a la instauración de sus costumbres o una rebelión en alianza con los indígenas, la culpa, ente otros motivos, asoman como las principales razones de esa negación.
“En términos inmateriales, la historia de violencia colonial y poscolonial en contra del pueblo afrodescendiente también tiene efectos a la salud mental y la autoestima. La trata de esclavos, para la gran mayoría de descendientes de gente esclavizada, les hizo muy difícil conocer el linaje completo de su familia y sus raíces y memorias en otros territorios”, sostiene.
Para Campos, en tanto, es la lógica pigmentocrática con que se construyó el estado nación chileno la que niega sus bases indígenas y afrodescendientes. “Ello se prolonga en una estructura de jerarquías asociadas a raza y cultura en donde el lugar de privilegios lo tienen los blancos europeos, mientras que indios y negros son estigmatizados y colocados en la parte inferior de la pirámide social”, dice.
En este mismo sentido, señala que esa formación nacional de alteridad construye un relato histórico que se reproduce en las escuelas y que, desde distintos medios oficiales, afirma que en Chile no hay afrodescendientes y que “los indígenas están en vías de desaparición en la medida en
que dejen de ser bárbaros”.
Como él, Salgado insiste en que “la existencia de los afrodescendientes chilenos ha sido invisibilizada en la historia de Chile. Por lo tanto, resulta de vital importancia trabajar en instalar la pedagogía de la memoria como una forma de que las personas se reconozcan y se autoidentifiquen con su identidad cultural en el territorio nacional”.
Cussen tiene un planteamiento similar: “Lamentablemente, y tal como en todos los demás países de América Latina, en Chile el siglo XIX la formación de la identidad de una nación conllevó la homogeneización de la población. Ya no había `indios´ ni `españoles´, como en la época colonial, sino puros chilenos de origen mestizo. Los africanos y sus descendientes no cabían en esta fórmula y, de hecho, los grandes pensadores de la época procuraron minimizar su presencia, incluso, insistiendo en que no lograron establecerse en Chile debido al clima adverso, una aseveración absolutamente falsa”, dice.
La investigadora sostiene que los documentos de archivo, partiendo con los testamentos de personas de los segmentos altos y medios de la sociedad colonial, contienen muchísimas referencias a la posesión de hombres, mujeres, y niños esclavizados que se repartían entre los herederos del difunto.
Entonces, ¿por qué los historiadores aceptaban y promovían una imagen falsa? “Creo que tiene que ver con una aspiración a ser un país que no sufría los efectos supuestamente genéticos de una raza inferior. Este racismo brota en el siglo XIX, perdura por todo el XX, y claramente persiste hasta hoy cuando ves las condiciones laborales y el trato social que reciben los haitianos y demás migrantes afro en Chile”.
El aporte de la cultura afrodescendiente al país se manifiesta en muchos aspectos. Salgado pone por ejemplo, vocablos africanos como banana, bochinche, ganga, entre otros. “Además, el baile nacional, la cueca, tiene matices africanos que se manifiestan en la zamacueca, baile afroperuano.
Otra manifestación cultural es la payada vocal, esto es, la poesía improvisada cantada en décimas, con grandes exponentes afrodescendientes como el mulato Taguada”, dice.
Otra influencia cultural afro puede conocerse en la denominada “Pascua de los Negros”, que ya es parte de la sociedad chilena y cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII, cuando los nativos de algunas regiones del sur del continente bailaban y rendían culto al niño Dios, recuerda Salgado.
Desde la Literatura, Clicie Nunes señala que “la presencia de la cultura afrodescendiente en Chile surge en los relatos coloniales, en autores como Diego de Rosales, Alonso de Ovalle o Pedro Mariño de Lobera”.
Si estos relatos son considerados como parte de la literatura nacional, dice, podemos distinguir allí discursos que conformarán una base creativa para la definición de personajes de la ficción chilena, como `El bandido´, de Salvador Sanfuentes; `La negra Rosalía o el club de los picarones´, de Justo Abel Rosales, en el siglo XIX.
Nunes es Académica del Departamento de Español de la Universidad de Concepción y para ella, “es interesante notar que los personajes, tanto masculinos como femeninos, están mayormente ligados a la historia de la esclavización, para luego manifestarse como estereotipos, bandidos o cimarrones”. Mirar lo afrodescendiente como un ejercicio para configurarlo de la forma ya descrita, dice, es dar continuidad a la historia del colonialismo y de la práctica esclavista en Chile.
Para la Doctora en Literatura Latinoamericana, la realidad literaria del afrodescendiente en Chile ha cambiado, aunque no todo lo deseado. “De un modo general, en Chile todavía están las demandas del pueblo afrochileno por el reconocimiento de su existencia. Pero, lo que sí puede cambiar la realidad literaria afrodescendiente en Chile está también ligado a nuestra visión sobre los y las migrantes afrodescendientes. Hay que conocer, por ejemplo, a Jean Jacques Pierre-Paul, Mackendy Tondreau, Richardson Charles Alida, Jean Joseph Makanaki Audain, Angeline Théosmy, Johane Guercin, poetas y artistas haitianos, viviendo y publicando en castellano en Chile y presentándose en recitales, mayormente en Santiago”, señala.
Es que, es cierto que las migraciones, de un modo general, provocan cambios en el paisaje étnico y algo similar puede ocurrir en la literatura chilena. “En lo que concierne a los escritores que llegan a Chile desde diferentes naciones, estos buscan una autonomía y una integración, hablan por sí mismos, y cada vez más es necesario escucharlos y leerlos. Así, veremos cada vez más de cerca los cambios en la realidad literaria del afrodescendiente en Chile”, afirma Nunes.
Según el censo de 1812, en Concepción vivían unas 2 mil 400 personas bajo el rotulo de “negros,Nmestizos y mulatos”. Siendo muy conservadores, sostiene Pedro Andrade, podríamos estimar que un 25% de ellos era afrodescendiente; es decir, unas 600 personas, lo cual no es menor.
Arqueólogo y académico de la carrera de Antropología de la Universidad de Concepción, Andrade señala que esto es algo bastante desconocido y se debe al proceso de “blanqueamiento de la historia”.
A partir de la investigación `De desterrados y marginales: Reconstrucción bioarqueológica de la población de la Misión Colonial de San José de la Mocha, Concepción, Chile (Siglo XVII al Siglo XIX)´, encabezada por Andrade, se reveló que, de la recuperación de osamentas de 127 individuos en el sector de Pedro de Valdivia, algunos de los rasgos morfológicos se correspondían con aquellos observados en poblaciones subsaharianas.
“Pudimos detectar en los dientes de esqueletos recuperados de un cementerio histórico de Concepción rasgos que no calzaban con elementos dentales típicos de españoles o mapuches. Vimos que se trataban de rasgos similares a aquellos observados en poblaciones de África subsahariana”, señala el Doctor en Antropología y agrega que, al revisar documentos históricos, se con la presencia de reportes de afrodescendientes.
“Los esclavos africanos llegan a Concepción de distintas maneras. Durante el siglo XVI llegan como sirvientes de funcionarios imperiales, del clero y de soldados. Luego se establecen rutas formales y comienzan a llegar desde Argentina. Los esclavos eran transportados de países de África occidental, como Senegal, Sierra Leona, Costa de marfil, etc.”, explica.
Los registros muestran que uno de los primeros en llegar a Concepción fue Juan Valiente, quien lo hizo junto a Pedro de Valdivia. “Él fue encomendero y vecino libre de la ciudad, y su historia es fascinante: hecho esclavo en México, convence a su dueño de darle una carta de promesa de libertad para ir a Perú a buscar fortuna y poder comprar su libertad. Allá se enrola en la expedición de Diego de Almagro y luego en la de Pedro de Valdivia, donde destaca como soldado. De hecho, este último nunca lo considera esclavo y siempre lo vio como un hombre libre, otorgándole tierra en Santiago y dándole como esposa una sirvienta, además del rango de Capitán de Ejército”, relata Andrade.
Cuando Juan Valiente llega a Concepción, figura como vecino y hombre libre, además de dueño de una encomienda entre el Río Maule y el Río itata, por la costa. Logró juntar dinero para pagar su libertad, pero nunca lo pudo concretar. “Oficialmente, nunca fue un hombre libre y, finalmente, murió junto con Valdivia, en la batalla de Tucapel”, concluye.
Otro elemento que recuerda la presencia afro en la historia de esta ciudad es la llamada Laguna de los Negros, desaparecido cuerpo de agua que estuvo ubicado en la calle Cruz, entre Rengo y Caupolicán. A ella, se cuenta, fue lanzado un grupo de esclavos de Senegal que organizó un motín en el barco carguero Trial, que los transportaba desde Valparaíso hacia el Virreinato del Perú.
Ellos son solo algunos de los vestigios de la memoria sobre la presencia afrodescendiente en Concepción. Una historia bastante desconocida, lo mismo que en el resto del país.
-Huellas de África en América: Perspectivas para Chile, Celia Cussen (editora). Editorial Universitaria, 2009.
-Afrochilenos. Una historia oculta, Marta Salgado. Herco Editores, 2012.
-La introducción de la esclavitud negra en Chile. Tráfico y rutas, Rolando Mellafe. Universidad de Chile, 1959
-Lumbanga: memorias orales de la cultura afrochilena, Cristián Báez. Herco Editores, 2010.
-El ADN de los chilenos y sus orígenes genéticos, Soledad Berrios. Editorial Universitaria, 2016.
– Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración, María Emilia Tijoux (editora). Editorial Universitaria, 2016.
-Ciudad berraca, Rodrigo Ramos Bañados. Alfaguara, 2018.
-Esclavos y esclavas demandando justicia, Carolina González Undurraga. Editorial Universitaria, 2014.
-El osado negro Juan Valiente (novela histórica), Enrique Gomáriz Moraga. Sílex Ediciones, 2016.
-Juan Valiente: de esclavo a capitán con Pedro de Valdivia (cómic), Kote Carvajal y Gabriel Ibarra. Liberalia Ediciones, 2019.
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