Todos los días a las 9 AM se coloca detrás del mesón. Como química farmacéutica, hace atención clínica, instruye y entrega recomendaciones a los que entran al lugar con alguna dolencia o en búsqueda de un fármaco o insumo específico. Si no está en contacto directo con los clientes, está en su oficina, concentrada en la contabilidad, las adquisiciones, los pagos y todo el manejo administrativo del lugar. A los 32 años, Andrea Poblete hizo realidad el sueño del negocio propio. En enero abrió las puertas de Farmax en una de las calles más concurridas de Penco.

– Aquí se valora mucho la atención farmacéutica. Las personas vienen, preguntan, uno explica y se van contentos. La gente vuelve por la buena atención, la variedad y también porque tratamos de mantener precios más económicos. Pero lo que marca la diferencia es la atención. Es algo que la gente comenta harto.

Para ella, la jornada de 10 a 12 horas diarias es un paseo. Siempre estuvo en sus planes emprender con algo que fuese suyo y como está en la etapa de arranque de la empresa, la dedicación es al cien por ciento. La emprendedora piensa en el futuro, en la estabilidad financiera y está dispuesta a los sacrificios para lograr lo que pretende. Para ello ha renunciado a muchas actividades y eso incluye menos horas para la familia y amigos.

– En este momento están todos enojados porque me pierdo cumpleaños, me pierdo las fiestas… Estoy donde estoy por la gente que he tenido alrededor, y cuando esto se estabilice espero tener más tiempo para salir y compartir.

Se convirtió en empresaria tras seis años trabajando como directora técnica en la misma farmacia. Llegó en 2012 tras titularse y ahí aprendió la práctica del negocio. En 2018 los dueños decidieron vender el local y Andrea vio la oportunidad. Reunió todo lo que tenía y compró la farmacia, que es una franquicia de Socofar (holding de Cruz Verde).

– Es la mejor inversión, pensé en ese momento, porque sería algo para mí. Empecé en octubre con el papeleo y en enero pudimos abrir. Estoy contenta, dado que es un trabajo estable y que se adapta a mis necesidades.

Andrea cuenta que fue a muchas entrevistas de trabajo que no resultaron en su contratación, porque las empresas no estaban adaptadas para recibirla. Baños pequeños, a veces no tenían rampa para su silla de ruedas. Hubo casos en que la farmacia estaba en el segundo piso y no había ascensor. Hasta ahí quedaba la entrevista. Pequeños detalles que la impedían de ejercer su profesión.

Cuando se dio la oportunidad, vislumbró la posibilidad de adaptar el trabajo a sus necesidades. Y así dio el salto a independizarse.

– Tuve que arreglar los baños y los muebles, adaptar el espacio para que yo logre ingresar. Cuando recién me titulé no usaba silla de ruedas, porque es una enfermedad progresiva. Así que debo ir adaptándome.

Su condición fue diagnosticada a los cuatro años de edad y se llama distrofia muscular facio-escapulo-humeral. En simples, se trata de una dolencia que genera debilidad y pérdida de tejido muscular que afecta la parte superior del cuerpo.

– Pero he hecho de todo. Salí para andar en bicicleta, en patines, salí para bailar con amigos. He podido disfrutar de todo. Claro que de a poquito he ido dejando de hacer algunas cosas. Ya no salgo sola, me traslado en silla de ruedas. No ando en micro, porque los buses no están adaptados para las sillas de ruedas. Pero puedo llevar una vida normal, puedo trabajar normalmente como cualquier otra persona.

Andrea Poblete ya no busca empleo. En cambio, ha creado puestos de trabajo para cuatro personas en forma directa. Y ahora va por más, detrás del sueño de abrir una cadena de farmacias independientes. Su motivación y afán de superación inspiran al equipo: “Aquí todas remamos para el mismo lado”, dice Ximena Rodríguez.

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