Miguel Allende (31) dice que es una persona como cualquier otra. Con derecho a tener un trabajo. A comprar una casa. A tener una familia. En la tienda de Columbia del Mallplaza Trébol dobla prendas de vestir, ordena productos de outdoor y decreta: “Mismo derecho de tener algo mejor en la vida”. Llegó a trabajar hace dos meses con la convicción de que puede sobreponerse a una existencia de exclusión. “Siempre me he dicho que nosotros no somos distintos; somos iguales que todos”.
No muy lejos de ahí, Javier Carrillo (31) recibe a los clientes de Rockford con una sonrisa sincera. Del mismo modo que Miguel, cumple tareas de asistente de ventas: “Siempre me ha gustado trabajar con público. Por eso estoy aquí en una tienda; porque es lo que más me agrada”.
Los dos jóvenes son parte de un grupo que comienza a ganar protagonismo en las grandes tiendas comerciales. El retail ha descubierto que la rotación anual de personas en situación de discapacidad es seis veces menor. Esa realidad se convierte en reducción de costos en los procesos de selección, contratación e inducción de personal. Además, se refleja en buenos índices de compromiso y menor ausentismo.
El jefe de tienda de Columbia, Claudio Oses, detalla la experiencia: “Trabajar con Miguel ha sido tremendamente positivo. Nos invita a aprender nuevamente como actuar en equipo y que tenemos capacidades diferentes. Al final del día nos damos cuenta de que él nos enseña a nosotros más que nosotros a él”. En cada una de las otras tres tiendas de Columbia trabaja una persona en situación de discapacidad.
Desde Rockford, el encargado Sebastián Cedano cuenta que la llegada de Javier ha provocado cambios que incluso sobrepasan el ámbito laboral.
“Nos ha dado otro foco. Nos ha inyectado su energía, sus ganas de aportar. Créanme que su llegada nos ha enseñado otras formas de ver el trabajo y la vida”.
Los dos jóvenes realizan tareas como cualquier otro integrante de los equipos de trabajo, apoyando en la exhibición de los productos, reposición, recepción de mercadería para la bodega, despacho y aseo.
Para incrementar sus habilidades socio-laborales cuentan con el apoyo constante de la fundación Best Buddies. La fonoaudióloga Valentina Pérez Henríquez es preparadora laboral de la organización y se ha encargado de impulsar a los jóvenes a través de los programas de Best Buddies, que se dedica precisamente a personas en las más distintas condiciones de vulnerabilidad.
“Lo que hacemos es insertar a personas con discapacidad cognitiva y apoyar a los participantes en su trabajo en el día a día. En este caso acompaño a Javier y a Miguel y con ellos trabajamos junto a los jefes de tienda para lograr un trabajo colaborativo y que la inclusión sea exitosa”.
En la evaluación de los encargados de tienda y de la fundación, el programa ha tenido éxito y es muy probable que los dos jóvenes obtengan el contrato a plazo indefinido.
“Es lo que más quiero” –señala Miguel– “Estoy súper contento y pongo más empeño cada día”.
Por lo pronto, ya no tiene que depender de trabajos ocasionales en una panadería. Con el asombro de quien no lo ha tenido fácil, celebra: “De verdad que dejar de ser ayudante de panadero para ser asistente de ventas es algo grande”.
Miguel Allende y Javier Carrillo tienen muchos asuntos en común. Infancia difícil, privaciones, discriminación en acciones u omisiones hasta el día de hoy. Han corrido una carrera de obstáculos y se han superado a sí mismos. Son papás y comparten sueños. Javier postula a una vivienda: “Llevo casi dos años con mi cuenta de ahorro. Ojalá que este año salga el subsidio”. Miguel aspira a un trabajo estable para entonces juntar su familia –pareja e hija– en un hogar solo de ellos.
Para ello dependen de empresas dispuestas a la diversidad. Con ánimo a acoger a todo el talento que se encuentra a la espera de una oportunidad. Un cambio cultural y social que nos llevará hacia el desarrollo como país.
Javier Carrillo lo tiene claro: – Si no nos dan alas, ¿cómo podremos luchar por algo en la vida?