Editorial

Hasta siempre, Rodrigo Piracés

Por: Diario Concepción 24 de Enero 2024
Fotografía: RadioUdeC

Su figura se destacó en la comunidad artística local, y también generó una empatía única con sus alumnos. Su legado permanecerá vivo siempre.

En el mundo del arte y la cultura local, es llamativa que una persona tenga una imagen positiva en casi todos sus integrantes. Que no haya comentarios negativos, que la mayoría coincida en que se trata de un buen profesional y, sobre todo, de una buena persona. Un ejemplo de ello es sin dudas Rodrigo Piracés, artista y académico recientemente fallecido, tras una dura lucha contra el cáncer.

Entre quienes fueron sus alumnos, se hablaba de él como un profesor muy generoso, culto, que transmitía de gran forma su pasión por el arte. Más allá de las calificaciones y evaluaciones, cuando los estudiantes se refieren a un docente de esa manera, independiente de cual haya sido su rendimiento académico en sus clases, indica que logró trascender fuera de las aulas. Eso logró Piracés con las decenas de personas que estuvieron en sus cátedras a lo largo de los años.

Nacido en Santiago en 1968, desde 2006 se radicó en la Región, cuando inició su labor como docente en la Universidad de Concepción. En 2018 asumió como director de Extensión y Pinacoteca de la casa de estudios, donde impulsó diversos proyectos culturales y artísticos.

Su extenso recorrido como artista visual le significó también ser reconocido a nivel nacional como internacional, con más de 20 exposiciones individuales y 12 premios y distinciones en su disciplina.

Su obra se caracterizó por la exploración de diversos soportes, técnicas y lenguajes, desde la escultura hasta la instalación, pasando por el dibujo, la pintura y el collage. Su trabajo refleja su interés por la naturaleza, la mitología, la memoria y la identidad, con un estilo personal y una mirada crítica.

No le gustaba el protagonismo. Pese a tener que asumirlo muchas veces por los diferentes roles que desempeñó, prefería siempre estar más bien alejado del primer plano, algo que sin dudas le hizo ganarse el respeto de todos. En su trato, siempre fue una persona muy cordial, amable, dispuesta a dialogar con quien lo necesitara, en todo nivel.

Dicen que una persona sólo muere de verdad cuando se le olvida. Y en el caso de Piracés, sin dudas seguirá vivo por siempre. Por su legado, por su trabajo. Por su humildad, por su creatividad. Por esos valores que lo hicieron reconocido por sus pares y por la comunidad en general. Descanse en paz, Rodrigo. Lo merece.

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