En febrero de 2019, a nueve años del terremoto y tsunami que azotó a las costas de Chile, y donde la Región fue particularmente afectada, el Presidente Sebastián Piñera visitó la zona para dar a conocer el “Plan Biobío”, una ambiciosa iniciativa de inversión para dar impulso al territorio.
Las obras englobadas en el plan, que sumaban 14 mil millones de dólares, recibieron tempranas críticas de sectores contrarios a la gestión del actual Jefe de Estado, pues muchas de ellas no eran iniciativas nuevas; algunas, en efecto, estaban incluidas en el Anteproyecto Regional de Inversiones (ARI); otras, se venían ejecutando o tenían recursos comprometidos del Consejo Regional (Core).
Exceptuando algunas de ellas, como la compra de nuevos carros para el Biotrén, lo lamentable es que a un mes del término del gobierno las promesas de aquel publicitado plan siguen inconclusas.
Decir que las promesas de campaña suelen ser solo eso, promesas, no es nada nuevo, pero ¿qué pasa con iniciativas que, se supone, son parte de un cronograma de trabajo como el citado plan?
Es cierto, el Presidente Piñera debió hacer frente a dos importantes hechos, uno prácticamente inédito en nuestros años de vida democrática como el estallido social, y una pandemia mundial que no estaba en los cálculos de nadie. Sin embargo, en medio de un proceso de importantes cambios, Biobío ya no tolera que las palabras se las siga llevando el viento.
Independiente de los argumentos y razones que puedan existir para que el Puente Bicentenario no haya sido terminado aún, no resulta razonable que hayamos atravesado cuatro gobiernos sin solución.
¿Qué tipo de cálculos se hicieron en sus inicios? ¿Qué gestiones se realizaron? ¿Alguien proyectó eventuales problemas en su construcción? En tiempos en que la cuadra del Mercado de Concepción sigue en tierra de nadie, así como muchas otras iniciativas que sería extenso enumerar, bien vale la reflexión.
En Avenida Paicaví, casi al llegar a Los Carrera, aún quedan vestigios de una pasarela que sería levantada en la década del sesenta y que nunca se terminó. Hoy es ocupado por jóvenes y utilizado para eventos culturales. No dejemos que los años sigan pasando para que las tareas pendientes sigan así y se transformen en un capítulo más de un triste anecdotario penquista.